PS_NyG_1972v019n001p0003_0082
ALEJANDRO DE VILLALMONTE 9 contrastaba rudamente con la creencia religiosa del origen del hombre por creación, como obra de las manos de Dios. Posteriores estudios de biología y descubrimientos paleontológicos fueron confirmando la hi pótesis evolucionista, hasta poderla presentar como una teoría sufi cientemente segura y garantizada a nivel propio de las ciencias empí ricas. En esta perspectiva evolucionista la antigüedad del género hu mano no podía limitarse a la fecha recentísima de unos 6.000 años an tes de Cristo; debería ser prolongada hasta muchos centenares de si glos. Durante estos milenios la vida de la especia humana hubo de ser inevitablemente rudimentaria, muy imperfecta en todos los niveles, incluida la vida anímica y la capacidad de producir cultura. Este sub- desarrollo afectó sin duda a otro campo de más inmediato interés para el teólogo: Al de las ideas morales y religiosas de que pudo disponer el hombre durante milenios 13. Esta visión evolucionista de la especie humana no podía armonizarse bien con la idea tradicional de la pri mera pareja humana, Adán y Eva, colmados de perfecciones sobrena turales y, lo que era más llamativo para la nueva mentalidad, de per fecciones que — aunque se las diga gratuitas y preternaturales— no podían menos de repercutir en la vida concreta del hombre originario, en su comportamiento cotidiano en relación con los otros seres del universo. El Adán de la tradición teológica se parece muy poco al hom bre desvalido y frágil que conocen la paleontología y la historia pri mitiva. Más bien tiene los rasgos de un superhombre, no ciertamente brotado del sentido de la tierra, pero sí caído del cielo y puesto en el mundo por la intervención directa del poder de Dios. Con nosotros coincidiría en la esencia metafísica; pero existencial e históricamente 13. Para una primera información sobre las teorías evolucionistas podría leerse A. HAAS (colaboración), Origen de la vida y del h om b re ; ed. española adaptada por B. M ELEND EZ , Madrid, 1963. M. CRUSAFONT B. ^5ELENDEZ-F. A G U IR R E (colaboración) La Evolución, Madrid, 1966. En ambas obras se estudia la evolución a nivel científico, en sus presupues tos y repercusiones filosóficas, en la problemática que puede presentar al teólogo cuando quiera interpretar los datos bíblicos sobre el origen del mundo, del hombre y de la historia de salvación. También R .J. NOGAR, Science de l’Evolution. Donnés scientifiques et pen sée chrétienne, Ed. Casterman 1965. P. SCHOONENBERG , Le monde de Dieu en devenir, P a ris 1967. Sin olvidar la obra de P. Teilhard de Chard in y lo que se ha es crito en torno a ella. Por ej. CH. F . MOONEY, Teilhard de Chardin y el misterio de Cristo. Salamanca 1967. P. SMULDERS, La visión de Teilhard de Chardin. Bilbao 1967. A. F IE R R O , El p royecto teológico de Teilhard de Chardin. Salamanca 1971.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz