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ALEJANDRO DE VILLALMONTE 6 7 de su an trop olog ía la d octrina sobre A d á n y al dar a esta an trop o lo - gía una orien tación cristocéntrica, ya qu e el primer A d á n está tota l­ mente ord en ad o al segund o y verdadero A d á n , Cristo. Por eso Ireneo no con cib e la historia de salvación com o un retorno a los orígenes, si­ no que los orígenes — desm itizados— tienen la hum ilde m isión de iniciar la marcha de la hum an idad hacia C risto, presente ya desde el p rin cip io. Su aparición en la carne da un n u ev o im pulso a lo em p eza ­ d o desde el com ien z o del m u n d o en orden a la con sum ación final. El segund o A d á n , C risto, n o v ien e a <•re-con stru ir» la casa arruinada por el prim ero, sino a dar un n u e v o com ien z o a la creación primera. D e cualqu ier form a , C risto estaba previsto por D ios para llevar a la p erfección la creación p rim e ra ; pero ahora, por la d e fo rm a ción que in trodu jo el pecado, su ven ida se hacía más indispensable y necesaria por o tro n u e v o títu lo su b sid ia rio : es una re-creación redentora y res­ tauradora. C om o Iren eo tiene una visión cristocéntrica de la historia d e sal­ va ción , el m ism o pecado de A d á n aparece en él su bord in ad o a la ac­ ción de la gracia de C risto. T am b ién por eso la teolog ía de A d á n , en sus rasgos fundam en tales d e in ocen cia paradisíaca y de pecado (o rig i­ nante) n o tiene in ten ción ap ologética , es decir, n o aparece u tilizada para exp lica r el h ech o del pecado origina l en qu e se encuen tra la h u ­ man idad entera y «ju stifica r» al D io s bu en o por haber p erm itid o es­ ta caída de la hum an idad . Esta verdad n o fu e ob je to d e preocupa ción directa y destacada para Ireneo. Podría citársele com o testig o de la fe tradicional en este aspecto, pero n o c om o te ó lo g o qu e haya re flex io ­ nad o sobre el tema. La teolog ía de A d á n se en con traba ya m u y desarrollada en San A g u s tín antes de la con troversia con los pelagianos. La gran cuestión qu e le p reocupó toda la v id a , el p roblem a del mal, en con tró en la te o ­ logía de A d á n una solu ción satisfactoria. C om o idea fija, qu e repite con stan tem en te, A gu stín afirma qu e el mal n o puede tener su origen en D io s qu e es bu en o y tod o lo h iz o b ien , según el testim on io d e la B ib lia : sólo en la v olun tad del h om b re está la causa de tod os los m a ­ les. S ó lo en la v o lun tad está el pecado. P or v o lun tad del h om b re en ­ tró el pecado en el m u n d o y por el pecado la muerte y tod o s los m a ­ les qu e el h om b re sufre, repite constan tem en te citand o a Rm 5 , 1 2 - 2 1 . Y especialm en te el mal suprem o, la con d ena ción e te rn a ; ya qu e por el pecado d e A d á n la hum an idad se con v ie rte en «massa dam na -

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