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66 ADAN NUNCA FUE INOCENTE pecial relieve la ensañanza d e Ireneo en to rn o a la figura de A d á n “ . C iertos aspectos del m ito d e A d á n habían sido reanimados a im pulso de las especu laciones de la gnosis sobre el A n th r o p o s originario y los diversos «A n t h r o p o i» d e las sucesivas creaciones. Ireneo o fre ce una adam ología relativam en te sobria, si la com param os con las amplias es pecu laciones de los teólogos jud íos y de los gn ósticos. El se atiene más b ien a los datos de la trad ición eclesiástica, fundada en la Escritura, y los com en ta con sobriedad . D esde lu ego se atiene a una in terpreta ción histórica y realista de los datos d el G en 1 - 3 . C uan d o recurre a la alegoría, lo hace para superar ciertas dificu ltades del te x to para las qu e la ciencia exegética y la cultura de su tiem p o n o tenían una res puesta directa. Frente a las especulaciones de otros escritores, Ireneo se atiene a la Biblia y habla d e A d á n fo rm a d o por D io s del barro de nuestra tierra. Pero es co lo ca d o inm ed ia tam en te en el paraíso, jardín de d e licia s; un lugar físico en el cosm os, fuera de nuestro planeta, equ id istan te del cielo espiritual y de la tierra sensible. En él el h om b re se gobernaba por leyes superiores a las del m u n d o nuestro sensible. L len o de todas las virtudes, A d á n se ocupaba solam ente en la c o n tem p lación de las cosas d ivinas, siempre en v ig ilia espiritual, g o z a n d o de las más apacibles delicias, en ín tim a amistad con D ios. Poseía los don es de la in tegridad , la inm orta lidad corpora l, la perfecta in o cen cia. D e s ob ed e cien d o al m anda to d e D io s, A d á n pecó y , com o con se cuencia de su pecado, perd ió para sí v para su descendencia los don es del p a ra íso : Qu eda sujeto a d o lo r, a la muerte y a todas las ca lam i dades propias del h om b re caído. Parece qu e Ireneo pensó en A d á n com o v erdadero causante n o sólo de la muerte y el d o lo r en la hum an idad , sino tam bién de la situación de p ecado en qu e nacen tod o s los h om bres. Si b ien A d á n n o es el ún ico causante del pecado del m u n d o , ni tal v e z el principal. M a y o r responsabilidad atribuye Ireneo al d iab lo qu e por en v id ia impulsa al h om b re a pecar. Iren eo se m an tiene en la trad ición de San Pab lo, al hacer base 84. Nos guiamos por la exposición que hace A. ORBE, Antropología de San Ireneo, especialmente pp. 7-14. A. ORBE, Definición del hombre en la teología del siglo II: Grego.ianum 48 (1967) 522-576. En ambos escritos se verán numerosas alusiones a la antropología gnóstica y la importancia en ella del Anthropos originario. También en L. CENCILLO, La vida es piritual en las sectas gn ósticos: Historia de la espiritualidad, Barcelona 1969, III pp. 419-463. Algunos rasgos se conservan todavía en el maniqueís- mo, ID., La vida espiritual maniquea, ib, pp. 467-493; y entre los cátaros, según el mismo autor, La espiritualidad càtara, ib., pp. 531-553.
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