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ALEJANDRO DE VILLALMONTE 65 terpretación rigurosamente teológ ica de la historia de salvación . Pa­ b lo n o con o ce al A d á n in ocen te, sino sólo y siempre al A d á n pecador. El A d á n prim ero es el A d á n terreno, carnal, el qu e con su d e sob ed ien ­ cia da entrada en el m u n d o a las fuerzas d el pecado y d e la muerte (Rm 5 , 1 2 - 2 1 ; 1 C o r 15 , 2 1 - 2 2 , 4 5 - 4 9 ). Pero incluso esta m isma fi­ gura d e A d á n terreno y pecador recibe una radical transform ación , ya qu e n o la mira Pablo com o una m agn itud en sí consistente y m erece­ dora de atención sino sólo en cuan to qu e el pecado d e A d á n , (el ser, existencia y la fu n ción del A d á n pecador) está subord inado a la ex is­ tencia y a la a cción san tificadcra de C risto, para esclarecerla y perci­ b ir m ejor la riqueza d e la vida qu e por E l nos v ien e. E l tercer m om e n ­ to o fu n ción de A d á n , su presencia y acción en los tiem pos ú ltim os, su d im en sión escatológica qu eda tota lm en te elim inada y absorbida a fa v o r d e C risto. El ún ico A d á n de la creación n ovísim a , d efin itiva , es- catológica es C r is t o : E l es por ello, sencillam en te y sin más, el A d á n verdadero, espiritual, n ov ísim o , esca tológ ico. D ada la corresp on d en ­ cia en tre el tiem p o n o v ísim o y el prim ero, entre la p ro to log ía y la es- catologia (en Pablo siempre a fa v o r de ésta) hay qu e con clu ir qu e tod o lo qu e la teolog ía haya de d ecir sobre A d á n en cualqu ier m o m e n t o : en el estado paradisíaco, en el estado de pecado, hay qu e referirlo a C risto, según la m ed ida de C risto, qu e es el A d á n v erdadero, sustan­ tiv o , del cual el prim ero es m ero tip o o esb o zo . C uan d o P ab lo reasu­ m e y con cen tra en C risto todas las fun cion es h istórico-sagradas qu e la trad ición atribuía a A d á n , puso los p rin cip ios para una d esm itiza ción de la figura d el prim er h om b re . La teolog ía cristiana posterior n o sa­ có todas las consecuencias hasta fech a m u y reciente. En la trad ición patrística la adam ología adqu irió un desarrollo n otab le y , en casos, adqu irió form as de expresión qu e actualm ente nos sorprenden por su exuberancia poética y por su inconsistencia cien tí­ fica. Y a sabemos qu e la teolog ía de A d á n había com en za d o en la B i­ blia m isma. Los Padres se inspiraron en e lla ; pero tam b ién su frieron la in fluencia de otras corrientes id e o ló g ica s : especulaciones de los te ó ­ log o s jud íos, de los gn ósticos en el siglo II y I I I ; in fluencias d el p en ­ sam iento religioso m an iqu eo y o r ie n ta l; d e la especu lación p latónica sobre el h om b re ideal. R ecog em os ún icam en te algunos m om en tos de este desarrollo d e la adam ología entre los Padres. E n t r e lo s e s c r it o r e s a n t e r io r e s a la l u c h a a n t i p e l a g i a n a l o g r a e s -

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