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42 ADAN NUNCA FUE INOCENTE medida de Cristo; es decir, en la medida en que la llamada de Cristo también se dirige a ellos. Coincide esta afirmación con lo que ante- riormente se dijo acerca del modo cómo se administra la voluntad sal- vífica de Dios en las diversas etapas de la historia humana y de la his- toria sagrada. Al faltar en la Biblia una preocupación directa y específica pol­ la condición sobrenatural de la humanidad originaria, esta condición sólo se puede esclaracer por la Palabra de Dios en forma indirecta, im­ plícita ; como consecuencia de aplicar a la humanidad originaria cier­ tos principios revelados que, dada la forma en que son enunciados por la Biblia, exigen una aplicación general a cualquiera situación en que se encuentre el género humano. Tales principios son: i) Ordenación del hombre a la vida eterna, al fin sobrenatural como fin universal y único de la vida humana; 2 ) Providencia sobre­ natural de Dios sobre el hombre en cada una de las etapas de la his­ toria humana y de la historia de salvación, en orden a concederle los medios suficientes para conseguir el fin sobrenatural. Según indicamos antes, la universalidad de estos principios nos obliga a afirmar que todos los seres a quienes podamos llamar hombres de nuestra raza, consustanciales a Jesús de Nazaret y a nosotros, están incluidos dentro de ellos. Por consiguiente, también los hombres per­ tenecientes a la humanidad originaria; mientras realmente aquellos fue­ sen ((hombres» consustanciales con nosotros y con Jesús. También los hombres de la humanidad originaria tenían como fin único de su vida la participación de la vida divina intratrinitaria. Sólo podían salvarse y se habrán salvado en la medida en que hayan conseguido este fin sobrenatural. Además de esta verdad trascendente y básica, en forma más cer­ cana pedemos y debemos decir que también ellos estaban envueltos en la voluntad salvífica verdadera y eficiente. Más aún, los hombres pertenecientes a la humanidad originaria, cualquiera que fuese su com­ posición y su nivel humano, estaban atendidos por la providencia so­ brenatural de Dios, como lo han estado siempre todos los hijos de Dios dispersos por el mundo. Todos tienen un nombre propio ante Dios, aunque nuestro limitado saber teológico no sepa apenas nada concreto sobre ellos.

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