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ALEJANDRO DE VILLALMONTE 37 teólogo es mantener que todos los hombres de los que se ocupa la his toria de salvación, pertenecen a la misma raza humana a la que perte necen Jesús de Nazaret y la comunidad humana a la que Jesús dirige su Mensaje. La unidad del género humano es una afirmación básica de toda ciencia que se ocupe sobre el hombre: de toda antropología científico- empírica, filosófica y especialmente teológica. Cada una de estas pers pectivas en que se estudie el problema no debe considerarse exclusiva y absolutamente desligada de las otras; sino que deben tenerse en cuenta para una visión del hombre lo más total que sea posible. Por le que respecta a la teología, la importancia de esta verdad ha sido vis ta y reafirmada enérgicamente desde antiguo. Precisamente, uno de los valores permanentes, de las teorías tradicionales sobre el pecado origi nal, sobre la solidaridad de todos los hombres en Adán para poseer la justicia original y para perderla por el pecado originante, era éste: man tener la indispensable unidad del género humano como sujeto único e idéntico de la historia de salvación, presentando o todos los hombres solidarios y unos en la recepción de la gracia, en el pecado y, sobre to do, en relación a la gracia redentora y a la vida divina que Cristo co munica a todos. 5 . Cómo se histonfica la llamada al fin sobrenatural, la volun - tad salvífica de Dios, en las diversas etapas de la historia de la humanidad. La decisión de comunicar la vida divina no es un acto meramen te trascendente, oculto desde la eternidad en el corazón del Padre. Por su misma naturaleza es decisión tomada para ser revelada y con- cretizarse en realidades exteriores a la vida íntima de Dios. El acto di vino de la llamada es el creador de la historia de salvación que está en marcha desde el origen primero del mundo y del hombre en el mundo. No sólo es permitido hablar de un decreto divino promulgado antes de la constitución del mundo; sino que, siguiendo al mismo Pablo, hay que hablar también de la «economía» (Ef 1 , 10 ; 3 , 9 ; Col 1 , 25 ), de la forma de administrar las riquezas de gracia que el Misterio encie rra. En lenguaje teológico diríamos que, no sólo hay un decreto eter no de elección o llamada al fin sobrenatural, sino también una provi dencia sobrenatural del Padre que cuida de la administración, dentro
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