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32 ADAN NUNCA FUE INOCENTE dado por El. Unicamente que, durante siglos, esta amistad no parecía tener más que una perspectiva cismundana, intraterrena; tanto en su duración como en el contenido de los bienes que Dios prometía, co- mo en lo que los creyentes esperaban de su amigo Dios. Sólo al final del A. T. se abre la perspectiva de una vida imperecedera al lado de Dios; al aparecer la idea de la resurrección en el siglo futuro y, sobre todo, la vida inmortal de los justos en compañía de Dios más allá de la muerte. En el N. T. tenemos la revelación perfecta, escatológica, de que Dios quiere ser para el hombre Vida eterna. Esta revelación la hace Cristo con sus palabras y con sus obras: Con su actividad misionera, su muerte, resurrección, ascensión a la derecha del Padre. Precisamen te por eso es Cristo la Palabra última del Padre, porque dijo a los hom bres viadores, en la forma más clara y segura posible, en forma defi nitiva, escatológica, que Dios y sólo El, es la Vida eterna del hombre. En este hecho se funda la definitividad de la persona de Jesús, de su obra, de la religión o forma nueva de dar culto a Dios que El impone a los hombres. La teología posterior ha sistematizado estos datos bíblicos den tro de la enseñanza de la ordenación del hombre al fin sobrenatural. Dios se ha revelado a Sí mismo como fin único de la vida humana. Dios Padre decide dar a los hombres participación en la vida íntima de la Trinidad. Este fin es para el hombre estrictamente sobrenatural, gratuito, donación liberal por parte de Dios y del todo indebido al hombre en forma intrínseca y absoluta. Este elevado punto de vista asumido aquí como punto de partida para estudiar el estatuto sobrenatural de la primera humanidad no de be parecemos demasiado lejano. Recordemos el hecho de que el Conci lio Vaticano II, en los momentos en que quiere dar la razón de ser, el fundamento último de los acontecimientos más importantes de la historia de salvación, recurre a esta idea de la ordenación del hombre a la vida eterna, a la participación de la vida divina; idea tan ilumi nadora y cargada de consecuencias fecundas para el teólogo M. Esta misma idea se expresa en otra forma equivalente cuando se habla de la voluntad salvífica de Dios, por la que quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad (I Tim. 2 , 4 ). 53. Por ej., en la constitución LG . nr. 2-3; DV. nr. 2; AG. nr. 2-5.
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