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23 ADAN NUNCA FUE INOCENTE Comenzando desde Cristo la historia de salvación, hay que verla desarrollándose al ritmo y según la medida de Cristo. La historia sa- grada de la humanidad y de cada hombre en particular no puede pen- sarse que haya llegado a la perfección final sino después de haber pa- sado por un estado de imperfección, de humillación y anonadamien- to similar al que Cristo quiso adoptar para llegar a su gloria. La his­ toria universal de salvación no tiene su manifestación gloriosa en los comienzos sino que, semejante al Reino de los cielos, se desarrolla desde formas rudimentarias hasta llegar a su plenificación. El propo­ ner la historia sagrada en estado inicial de perfección paradisíaca, por una parte es desconocer el misterio de la humillación y anonadamien­ to del Hijo de Dios, que no quiso llegar al triunfo de la resurrección sino después de la oscuridad de la vida terrenal, que culminó en el se­ pulcro. Por otra parte, es dejarse seducir por los atractivos románti­ cos de la mentalidad mítica, uno de cuyos temas más queridos es el de los divinos y prestigiosos orígenes. La figura de Adán en perfección paradisíaca sería fruto de esta mentalidad mítica; y carecerá de sen­ tido, si los comienzos de la historia sagrada se estudian a la luz de Cristo. El contemplar el problema de los comienzos de la salvación desde Cristo lleva consigo el que haya de ser estudiado desde la perspectiva de la gracia, es decir, para aclarar el misterio de la gracia y de su eco­ nomía en el mundo, y no desde el misterio del pecado original y de las causas que pudieran explicar su existencia. El pecado es lo negati­ vo, sólo aparece cuando la gracia todavía-no ha llegado, o ha sido re- cum factus est Adam, homo scilicet rectus, mediatore non opus erat” (Enchir. 108 ,ML. 40, 282). En cambio sí que es corriente hablar de la capi­ talidad de Adán sobre el género humano; bajo diversos aspectos: física, jurídica, moral, sobrenatural. L a solidaridad de todos los hombres en Adán se propone como una tesis en perfecto paralelismo antitético a la solidaridad de todos en Cristo, siguiendo a Rm 5, 12-21, y a toda la teolo­ gía de los dos Adanes. Puede verse una muestra de este modo de pensar en J. CAPMANY, Solidaridad del linaje humano con Adán en el pecado ori­ ginal originante: X V II Semana Española de Teología, (sept. 1957) Madrid 1960, pp. 43-75. En el mismo vol. el estudio de R .G . RO D R IGU EZ , Esclare­ cim ientos mutuos entre el dogma del pecado original y la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo: p. 199-221. M. F L I C K Y A LS Z EG H Y dividen su Antropología Teológica en dos grandes secciones, 1) el hombre bajo el signo de Adán; 2) el hombre bajo el signo de Cristo. Tales especulaciones sobre la importancia capital de Adán sólo tienen sentido si se da por se­ guro el monogenismo en plan científico y a nivel teológico a la vez. Y caen cuando el monogenismo se hace insostenible o simplemente problemático.

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