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ALEJANDRO DE VILLALMONTE 13 de la realidad entera, del conocimiento humano y del hombre mismo que realiza la tarea de pensar sobre las cosas “ . Esta convicción de la relatividad e historicidad de todo conoci­ miento humano, de toda captación humana de la verdad, fue calando hondamente en los teólogos desde finales del siglo pasado. Marcó su influencia, en primer lugar, en la exégesis y en la moderna teología bíblica, que entonces empezaba. Además de esta mentalidad filosófi­ ca subyacente, los escrituristas contaban cada día con nuevos ele­ mentos para empezar a revisar su tradicional interpretación de los pri­ meros capítulos del Génesis. Disponían ya de un mejor conocimiento de las lenguas bíblicas, de las culturas seculares que se desarrollaron en el próximo Oriente y que influyeron poderosamente en las formas de expresión adoptadas por los autores inspirados. Como consecuencia, co­ menzó a distinguirse cada vez con mayor rigor el contenido religioso y teológico, la substancia de la fe, de las adherencias culturales transito­ rias, de los géneros literarios en que fueron expresadas aquellas verda­ des de origen divino. Estas verdades pueden ahora ser expuestas con mayor libertad y nitidez, y ser liberadas de los elementos humanos caducos en conexión con los cuales por necesidad histórica y psicoló­ gica, fueron expresadas entonces 21. A medida que se iba consolidando la revolución evolucionista en el campo de las ciencias y, sobre todo, ante el avance ingente logrado por la exégesis bíblica en las cuestiones referentes a los orígenes de la historia de la salvación, los teólogos dogmáticos no podían menos de verse impulsados a revisar sus afirmaciones, si no querían ser tachados de infieles a la Palabra de Dios y aparecer desconectados de las legí­ timas exigencias y conquistas del saber humano. Dejando de lado, por ahora, otros aspectos de los comienzos de la historia de la salva­ ción, indicamos el impacto producido por las nuevas corrientes cien­ tíficas y, sobre todo, exegéticas, en la doctrina, tradicional entre los teólogos, acerca del estado de justicia original en que habrían sido crea­ dos los protoparentes del género humano. 20. C. PAR IS , Ser y evolución: “ La Evolución” (cfr. nt. 13) pp. 761- 791. E. A GU IR R E , Ob, cit. 21. L a s relaciones actuales de mayor armonización entre el evolucio­ nismo y la enseñanza cristiana pueden apreciarse al leer las obras citadas anteriormente, especialmente en la nt. 13.

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