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E. RIVERA DE VENTOSA 3 4 9 juntamente con ello, la primacía absoluta de lo específico sobre lo indi­ vidual. Lo eterno, lo inmutable, lo que tiene valor para Aristóteles es lo específico. Lo individual es tan sólo un modo de manifestarse lo es­ pecífico dentro de la corruptibilidad propia de los seres vivientes. Ex­ presamente dice Aristóteles en su tratado Del alma que por la gene­ ración los vivientes logran de algún modo ser siempre y participar en lo posible de lo divino 18. La tercera nota de la Física aristotélica es la teleología o el fina- lismo. Ello quiere decir que la causa final tiene primacía sobre las de­ más causas, aun sobre la eficiente que ejecuta la acción de mover. Sa­ bido es que el problema entre la causalidad eficiente y la final ha sido una lucha de gigantes en el campo de la filosofía. El mecanicismo sub­ raya tanto la primera que elimina la segunda. El finalismo, por el contrario, da la preferencia a la causa final sobre el agente. En la época del racionalismo filosófico Descartes y Leibniz son dos gigantes que se enfrentan con este problema. Opta el primero por el mecanicismo, con desprecio de toda investigación sobre los fines, arcano que Dios mismo se ha reservado para sí. Y ve el segundo en la causa final la clave de toda explicación racional del cosmos. Tercia en la polémica Kant. Y en la tercera de sus críticas, en la Crítica del juicio, propone una solución sintética en la interpretación de la naturaleza viviente y en el arte. Aristóteles, espíritu equilibrado siempre, pero más que nunca en esta cuestión, ve en la causalidad de la causa final una realidad miste­ riosa pero intensamente efectiva. De ella, en efecto, parte todo el pro­ ceso del movimiento y en ella termina. Por lo mismo, sin plantear la cuestión de la primacía, siempre vidriosa, da a entender que la causa final tiene una importancia máxima por su doble incumbencia: ser punto de arranque y término del movimiento. De aquí que su sistema lleve la nota de finalista. Sin embargo, desde una visión más amplia y completa, hay que notar que este finalismo se halla minado por una deficiencia substan­ cial al no aceptar más que una mera finalidad inmanente, sin referen­ cia alguna a ningún ser ordenador. Para ver el desarrollo histórico de este aspecto de la finalidad, es 18. De Anima, li, 4, 415 a 29.

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