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E RIVERA DE VENTOSA 3 4 5 en los fenómenos naturales. «Difieren entre sí», dice textualmente, en que el azar tiene más extensión. En efecto; los hechos de la fortuna lo son también del azar, pero no al contrario». Y en el comentario a es­ te razonamiento añade que la fortuna es propia de la actividad prácti­ ca, es decir, de esa actividad humana en la que hay elección. Como ejemplo típico recuerda el de quien labra la tierra y encuentra casual­ mente un tesoro. Por el contrario, el azar tiene lugar en las acciones de los animales y de otros seres insensibles 5. No obstante esta diferencia por lo que toca a la extensión de estos conceptos, la interpretación fi­ losófica de los mismos viene a ser la misma, como vamos a ver. Para comprenderla partimos de que Aristóteles distingue tres cla­ ses de fenómenos naturales. Unos acaecen siempre, otros la mayoría de las veces, y otros se producen de un modo excepcional. Evidente­ mente, tan sólo los últimos caen bajo el influjo de la fortuna o del azar 6. Nos interesa, con todo, menos esta conclusión que el panorama proyectado por el filósofo con su triple distinción de fenómenos natu - rales. Nótese que se trata exclusivamente de fenómenos naturales en el sentido preciso que toman éstos en el Corpus Aristotelicum, es decir, de fenómenos sujetos de alguna manera al cambio. Son estos los fenó­ menos que estudia la Física en cuanto distinta de la Filosofía Primera, que más tarde tomará el nombre de Metafísica \ Objeto de esta última son tan sólo los seres inmutables. Y en la cúspide de ellos, Dios. De esta acotación del campo de la Filosofía Primera se deduce que para Aristóteles la historia tiene que caer exclusivamente dentro del campo de los fenómenos naturales, es decir, de los fenómenos sujetos a cambio y mutación. Más a ú n : si en el movimiento del cosmos la in­ tervención del último motor inmóvil, supremo objeto de la metafísica, consiste únicamente en ser la causa final de la suprema inteligencia que pone en circulación la esfera más elevada, el influjo de tal motor inmó­ vil en la historia humana ha de ser necesariamente nulo 8. Se ha subrayado muchas veces la incapacidad del espíritu griego para sentir la historia como desarrollo de la humanidad. Es cierto que 5. Phys., II, 6,197 a 36 - 197 b 17 6. Phys., II 5, 196 b 10-13 7. Metaph., VI, 1, 1025 b 26 - 1026 a 15 8. Meiph., XII, 6, 1071 b 4 5

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