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E. RIVERA DE VENTOSA 3 6 1 gracia, es decir, del Testamento Nuevo sobre el Antiguo. El autor de la carta les recuerda que han llegado los días en los que la profecía de Jeremías ha tenido cumplimiento. An te las infidelidades de Israel pro- fetiza el v iden te : «Vienen días, palabra de Yahvé, en que yo haré una alianza nueva con la casa de Israel y la casa de Judá; no como la alianza que hice con sus padres, cuando tomándolos de la mano, los sa- qué de la tierra de E g ip to ; ellos quebrantaron mi alianza y yo los recha­ cé, palabra de Yahvé. Esta será mi alianza que yo haré con la casa de Israel en aquellos días, palabra de Yahvé: Yo pondré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón y seré su Dios y ellos serán mi pueblo» Esta alianza nueva, este testamento nuevo, del que dijo Cristo quedaba ratificado con su sangre :,°, abre la plenitud de los tiempos. Esta plenitud tiene dos momentos cumbres: la aparición de Cristo en carne para iniciar la era de gracia y su postrera aparición en el día mag­ no del juicio, cuando se cierre la historia y comience la eternidad. A esta luz que el filósofo no puede discutir por caer fuera de su campo, pero cuyo influjo en la interpretación de la historia tiene que reconocer haber sido inconmensurable, aparece bien claro cuál sea el sentido bíblico de la historia. Se le ha llamado lineal en oposición al sentido circular, sin salida y sin trascendencia, en que se mueve el pen­ samiento griego. A la interpretación bíblica mejor que lineal debiéra­ mos llamarla de línea sinoidal ascendente. Sinoidal, pues son muchas sus curvas y sus altos y bajos. Ascendente, porque pese a todo, mues­ tra siempre a la humanidad algo mejor en perspectiva. El tema del «mundo mejor » no es algo circunstancial en la historia del cristianismo. El cristianismo nunca puede estar satisfecho de su mundo. Siempre cabe una recapitulación más efectiva de todas las cosas en Cristo. Y así hasta el día supremo del juicio definitivo que abra la eternidad. La « diatheke » como testamento de Dios y como pacto con su pueblo nos ha abierto el gran libro de la historia que la «physis» de Aristóteles dejó indescifrable. Mejor sería decir, que cerró con el sello de su autosuficiencia, determinismo y finalidad inmanente. Frente a la eternidad y suficiencia pagana, el pensamiento bíblico nos habla de creación y dependencia. Frente al determinismo de las especies que en­ claustra la physis » en un desarrollo preciso sin capacidad de despliege 49. Jer., XXXI. 31-33; Hebr., VIII, 8-18; X, 16-17. 50. Le., XXII, 20; I Cor., XI. 25.

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