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33 4 HEGEL REDIVIVO con las intuiciones que sobre la naturaleza de la verdad formuló en la Fenomenología. T a l exposición orgánica de la historia se hallaba, ade­ más, mucho más próxima a lo intuible. Quizás nunca apareciera tan oracular la figura de Hegel como al dictar su concepción de la historia universal (sobre historia de la filo­ sofía venía ocupándose desde el principio de su magisterio). Hízolo por primera vez en un semestre de 1822 - 23 . El esfuerzo realizado pa­ ra estructurarla tuvo desagradable repercusión en la salud del filósofo, el cual escribía a su antiguo discípulo van Ghert en abril de 1824 , alu­ diendo a un proyectado viaje hacia los Países Bajos para reponerse de la fatiga: «Unas vacaciones así me vendrían muy bien, pues este in­ vierno he hecho grandes esfuerzos: mis lecciones sobre la filosofía de la historia universal han reclamado todo mi tiempo y reflexión, día y noche, de modo que he acabado con dolencias intestinales y con la cabeza muy afectada». De la profunda huella que en su auditorio producía no sólo el con­ tenido de esas lecciones, sino el modo de exponerlas su autor, da tes­ timonio un estudiante polaco, que las recordaba muchos años después como las de mayor influencia de cuantas había escuchado. Era en el invierno, y «el aspecto del aula iluminada, fantástico. Sentados en los bancos veíase a una multitud de jóvenes, pluma en ristre, espiando con religiosa tensión, cada palabra del profesor, que ocupaba su cátedra como una aparición de otros mundos. El rostro pálido, sin gota de sangre, los ojos cerrados, las manos agitadas como si se balancearan sobre agua...». Veíaselo afanarse, entre los golpes de tos, por dar con la expresión óptima para corporeizar su pensamiento. No era cierta­ mente el garbo del orador lo que magnetizaba la atención de los jóve­ nes, sino la riqueza y profundidad de sus ideas, cuya expresión era a veces una obra de arte. «En tales momentos revestía su lenguaje una elevada poesía, hablaba con fluidez y sus palabras cabalgaban sobre imágenes admirables». T an dominados estaban muchos de los oyentes por la talla in te­ lectual del profesor y la magia de su exposición, que otros pensadores les parecían a su lado parias del pensamiento. La historia les era pre­ sentada por su filósofo como la pieza maestra de tejedor, de que habla en el Fausto Mefistófeles. Los hilos entraban y salían, hasta completar el tapiz, cuyo sentido les descifraba Hegel con claridad convin

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