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330 HEGEL REDIVIVO Bajo parecido prisma de contradicción estuvo la postura de H e ­ gel ante las manifestaciones concretas de las bellas artes. En el verano de 1820 emprendió un viaje hasta Dresde, yendo derecho a la pina­ coteca para admirar la Madonna Sixtina y la Noche. Lo acompañaba Fr. Forster, y de camino conversaron sobre arte en general, y en especial sobre el arte alemán antiguo, al que Hegel no tenía en particular es­ tima. El diálogo en torno a esos temas y a los cuadros de aquella ga­ lería persuadió a uno de los presentes de que el filosofo poseía el más depurado sentido para el arte y la vida, pese a la jungla dialéctica de sus exposiciones; además, sacó en conclusión que aquél se entregaba con exceso a los aspectos técnicos de la obra, sacrificando al análisis la visión del conjunto. Otho, el futuro editor de esta parte del sistema hegeliano, pensa­ ba que su maestro se movía como en su propio elemento, cuando diser­ taba sobre cada una de las artes. Su amor a las mismas habría ido cre­ ciendo y acrisolándose con los años, llegando a conquistar aquella com­ prensión universal, que le permitía penetrar en el arte de todas las épocas, estilos y países. Esta cualidad le permitió acercarse y valorar el arte oriental y el occidental, dentro del cual veía un non plus ultra en el griego, cuya escultura, arquitectura y literatura fueron para él el arte de las artes, el ideal más logrado de la belleza objetiva. Su talón de Aquiles fue el arte medieval, exceptuada la arquitec­ tura. Nunca pudo reconciliarse con la fauna demoníaca y la afición por lo feo orquestada en los pórticos de las iglesias ñor los maestros de la Edad Media, ni tuvo palabra de comprensión hacia sus íntimos motivos. En cambio poseyó, según Otho, un ojo nato para la pintura, como tenía un oído hecho para la gran ópera. Yuxtaponiendo sus vivencias estéticas provocadas por las obras maestras de la primera, que había contemplado en diversas galerías, le escribía a su mujer desde Bruselas en 1 8 2 2 : «Un cuadro de un Roger v. d. Weyde es lo más excelso que puede contemplarse : todo particularismo ha desaparecido aquí por entero — v. gr., esa sequedad que uno desearía ver lejos de los me­ jores van Eyck. Es tan espléndidamente italiano como flamenco— . Otra joya es un Descendimiento con muchas figuras, dibujado por Ra­ fael y pintado por D u re rò ...— El cuadro Mujer con niño — atribuido por algunos a Miguel Angel— es una obra pictórica incomparable.

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