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G. ZAMORA 3 2 5 genitor distinguiendo entre el escuchar con placer a Hegel, e incluso estudiarlo con aplicación asimilándolo, y el convertirse en un hegelia- n o : eran dos cosas muy diversas, y a él no le ocurría lo que al Cíclope con Galatea, o a los compañeros de Ulises con las sirenas. El joven Feuerbach pasaba de la simple recepción de los temas estudiados a su libre discusión, a veces con el mismo Hegel, a quien pedía cortésmen- te aclaraciones sobre puntos en que se insinuaban ya discrepancias. H . Beneke recuerda alguna de esas conversaciones filosóficas de café, co­ mo la habida en la taberna «Lutter Wegner», en la que tímida, pero firmemente, expuso el discípulo al maestro los primeros brotes de un pensamiento personal sobre mundo y supramundo, ideas que le con­ ducirían al paulatino alejamiento del idealismo, y a su inversión. Al cabo de dos años en Berlín se despidió de la filosofía especula­ tiva, y con ella de Hegel. La fórmula elegida por Feuerbach para esa separación fue : «Ya le he escuchado un par de años, dos años que he dedicado exclusivamente a su filosofía: ahora necesito lanzarme en la dirección contraria; ahora voy a estudiar anatomía». De las ciencias del espíritu (teología, filosofía) a las de lo mate­ ria l: de Daub a Hegel, y de éste a «Feuerbach»... O, completando su esquema: de Dios a la Razón y de aquí al Hombre. Mucho más tarde recordaría esos años de aprendizaje junto a H e ­ gel, dedicándoles, desde su materialismo, la más cálida memoria y g ra titu d : «Fue cuando llegué a adquirir conciencia de mí y del m undo ... Llamaba a Hegel mi segundo padre, como a Berlín solar natal de mi espíritu. El fue el único hombre que me hizo sentir lo que es un maestro. ¡ Destino singular el de que sólo el frío y exánime pen­ sador haya logrado hacerme palpar la intimidad de las relaciones entre maestro y discípulo! . . . Lo reconozco agradecido : Hegel fue mi maes­ tro, yo su discípulo. Aquello que hemos sido, jamás desaparece de nuestro ser, aunque sí de nuestra conciencia». Menos fortuna tuvo, en lo concerniente a discipulado filosófico, otro de los más conocidos «jóvenes hegelianos» ; tan escasa que ape­ nas si merecería el nombre, si se trata de discipulado directo. Nos refe­ rimos a D. F. Strauss ( 1808 - 1874 ), arribado a Berlín pocos meses antes de la casi repentina muerte de Hegel. En el invierno de 1831 hallábase empeñado en entender la lógica hegeliana, que le ofrecía dificultades poco menos que invencibles, al lado de incomparables excelencias.

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