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G. ZAMORA 321 las cartas de Savigny, como motivación muy fuerte de la misma, el proselitismo de Hegel y los suyos. Burlonamente relataba a su corresponsal G.F. Creuzer en febre­ ro de 1821 el contenido del trabajo promocional de uno de los más apegados hegelianos. Disertando sobre el feudalismo, había pretendi­ do demostrar aquél, según Savigny, que suevos y sajones no habían sido sino conceptos filosóficos, los primeros el de generalidad, y los se­ gundos el de singu laridad : mas como según Hegel, cada cosa debe ser también una totalidad, resultaba que los suevos no podían haber esta­ do privados enteramente de singularidad (¡su acción devastadora de países fronterizos!), ni los sajones de generalidad (¡sus transmigracio­ nes!). Reflexionando sobre semejante intríngulis, añadía Savigny que la actividad docente de Hegel le parecía cada día más dudosa, y de peor agüero que la de F ich te : comparada con la petulancia de éste, lle­ na de savia viva y fresca, la de Hegel rezumaba filisteísmo. Por lo de­ más, sospechaba que la inmensa mayoría de sus celosos e intransigentes seguidores no entendían nada, especialmente los polacos, «incapaces de comprender una palabra de alemán, y menos de filosofía». (En el período último de su vida abundaba el elemento foráneo en el auditorio de Hegel, especialmente oriundo de Polonia, Grecia y Escandinavia). Clarificando más los porqués de su antagonismo, se remitía tam ­ bién Savigny a la pretensión hegeliana de querer formar opinión en muchas ciencias que le eran extrañas, actitud que parecía querer ex­ tenderse a todo lo existente. No menos le indignaba la posición de Hegel al lado del gobierno en asuntos universitarios, tema en el que su sola voz solía ser más atendida que la de los demás profesores juntos. Por todo ello es comprensible que en ninguna pluma aparezca la expresión «los hegelianos» tan cáusticamente como en la de Savigny. Una y otra vez alude en sus cartas al influjo de aquel bloque, y siem­ pre en tono peyorativo. En 1826 atacaba su prepotencia con este vati­ cinio: «Los hegelianos avanzan entre nosotros, cada día más a cara descubierta, hacia un predominio exclusivista; en esa ten tativa les apo­ yan varias personalidades del mayor influjo». El conflicto entre Hegel y los Schlegel revistió proporciones más virulentas todavía, siendo azuzado de ambos lados por sus respec­ tivos simpatizantes, o festivamente celebrado por espectadores más 4

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