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316 HEGEL REDIVIVO ter de Hegel, su valentía moral, y acentuado liberalismo, que si otros también reconocían, era para declararlo insuficiente por su reticencia. Fue hacia el final de su vida y con ocasión de los sucesos de París en 1830 , cuando el pensador que merecía el título de filósofo de la Re­ volución, recibiría el de filósofo de la Restauración. Sus adversarios ha­ bían tergiversado por completo los papeles. Hegel debió dar, una vez más, pie a los rumores, y al confusionismo. Según uno de sus hijos, la revolución de julio que privara del trono francés a Carlos X , e hiciera tambalearse otras coronas europeas, le pareció a Hegel una catástrofe, que ponía en grave peligro las bases del Estado racional. Michelet d i­ ría más tarde que jamás cayó de labios del pensador una palabra de aprobación para aquella revuelta parisina. Y cuando, en conversaciones con el maestro, se esforzaba el discípulo por insertar en la lógica del desarrollo de la historia universal los sucesos de julio, obtenía por toda respuesta: «Eso es hablar exactamente como Gans». Las ideas de este epígono en cuestiones de derecho político habían ya sido tildadas de más «gansenistas» que hegelianas, y acarrearon quebraderos de cabe­ za a la de la escuela, comprometiéndola levemente con el Poder legí­ timo. «Es un escándalo — le espetaba un día a Hegel, de sobremesa, su regio anfitrión el príncipe heredero— que el profesor Gans quiera con­ vertirnos a todos los estudiantes en republicanos. Las lecciones que da sobre la filosofía del derecho de Vd., señor profesor, son coreadas por cientos de oyentes, y es sobradamente conocido que Gans las presenta con un cariz completamente liberal y republicano». Este entraba y sa­ lía en casa de los Hegel con gran familiaridad, y en el bienio que pre­ cedió y preparó la revolución de julio, veíaselo irrumpir allí muchos días para comunicar las últimas noticias pre-revolucionarias de la Francia de Martignac y Polignac; no sin razón, observaba Carlos Hegel que el tal catedrático vivía más en la política que en su especialidad cientí­ fica. De broma o en serio, ofreció J. G. Droysen, ex alumno de Hegel y más tarde célebre historiador, caricaturizar al maestro en un perió­ dico de próxima aparición, presentándolo «como al filósofo de la Res­ tauración, y tal vez acompañarlo a Cherburgo», para que siguiera el camino del destronado Carlos X . «El asunto es fácil — añadía— ; y ahora que acabo de estudiar a fondo la Enciclopedia, a mí me resulta­ rá liviano».

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