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Hegel redivivo (continuación) * 5 . EN LA CATEDRA DE F lC H T E ( 1818 - 1831 ) El viaje rumbo a Berlín viese alegrado por felices encuentros, co- mo el que les pareció durar unos instantes, con Goethe en Weimar — «¡cómo me hubiera gustado prolongarlo I », comentaría el poeta— ; o el más reposado y evocador de Jena, con su amigo el editor From- mann, en cuya mansión festejaron el cumpleaños de Emmanuel He- gel. La impresión que los viandantes producían quedó reflejada en 'a de una de las personas visitadas: «Ella es una excelente señora, aun- que no del todo sana, y tiene dos simpáticos chavales. El trato de él ha ganado mucho en libertad y modales; me agrada su carácter iróni co, que le ayuda a encubrir sus pequeñas sofisterías». Llegados a la capital de Prusia, se instalaron en la casa número 4 de la calle Kupfergraben, vivienda que les había buscado la señorita von Altenstein, de la familia del Ministro homónimo. El paraje era sensiblemente diferente y más urbano que el dejado atrás en los arra bales de Heidelberg, donde habían pagado alquiler por parte de una gran casa de labranza. Como había escrito a su hermana el filósofo aún desde las orillas del Neckar, Berlín constituía por sí solo un centro de primer orden pa ra aquella mitad de Alemania en la que se había movido siempre más a sus anchas la filosofía. Domiciliado allí, el aureolado profesor se hizo notar al pronto más por su modestia y aplicación que por sus fulgores. Dícese que los estudiantes no reparaban en él, contrariamente a lo que hubiera ocurrido con «el más tonto repetidor». Sin embargo, algunos * Véase Naturaleza y Gracia 18 (1971) 39-81.
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