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M. GARCIA CABERO 295 tado y controlado, aquello a lo que se llega a través del experimento suficientemente comprobado. Una ilusión se puede definir como aquella creencia que ha nacido y se mantiene sólo en fuerza de un deseo, es decir, que se quiere satis- facer un deseo y, viendo que la realidad no hace posible tal satis­ facción, se prescinde de la realidad y se crea una situación, mantenida en fuerza de una creencia. La ilusión trata de satisfacer un deseo. Las ilusiones religiosas tra­ tan de satisfacer los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la humanidad Freud no ha querido decir ni ha dicho nunca que las ideas religio­ sas son ilusorias en el sentido de no existentes. H a tratado más bien de distinguir la ilusión del e rro r126. Ilusión y error coinciden en su ina­ decuación con la realidad. Pero el error es un juicio, mientras la ilu­ sión es una creencia que no se funda en la realidad, sino en una rea­ lización de deseos. Una muchacha pobre se puede ilusionar pensando que un día se casará con un príncipe. Esto no es un error. Es una ilu­ sión. No hay motivos para que lo sienta como una certeza; es una es­ peranza derivada de ciertos deseos o necesidades. Igualmente la ilusión religiosa se funda en el deseo de satisfacer determinadas pulsiones. Por otra parte, a Freud no interesa que las doctrinas religiosas contengan una verdad. Su juicio sobre las mismas es psicológico. Y, desde su punto de vista, son ilusiones. Esto le basta 12?. Según Freud, el conocido proceso de la omnipotencia de las ideas, que tan ta importancia tiene en el psiquismo de los neuróticos obsesivos, juega un papel importante aquí, en las ilusiones religiosas, que tienden a la satisfacción de los deseos más profundos del hombre. Las ideas religiosas sostienen algo que no se ha hallado en la rea­ lidad y que, por consiguiente, no se ha podido comprobar. Pero pre­ tenden explicar aquello que todo hombre quisiera saber, aquello que se considera como más importante en la vida. Quien las acepta se con­ sidera superior a los demás, porque ha encontrado la respuesta a sus problemas. Pero, nota Freud, en el fondo no ha hecho más que seguir 125. FREUD S., El porvenir de una Ilusión, 86-87. 126. Ibid., 86. (Cfr. JONES E., Vida y obra de Sigmund Freud, trad. castellana por M. CARLISKY, III, Buenos Aires 1962, 375-376; DEWART L., o. c., 20-26). 127. FREUD S., El porvenlnr de una ilusión, 87.

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