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M. GARCIA CABERO 293 debía renunciar a la satisfacción de sus deseos, respondió la cultura creando un acervo de representaciones por medio de las cuales la vi- da comenzase a hacerse tolerable m. Por consiguiente, es la pulsión de vida la que predomina en un primer momento y la que trata de encontrar una satisfacción. Después interviene otro elem en to : tratando de defenderse, el sujeto humani- za la Naturaleza. Proyecta sobre ésta lo que sucede en su a lm a : crea en el exterior un mundo poblado de seres dotados de pasiones y debi- lidades semejantes a aquellos con los que convive. El mecanismo de la omnipotencia de las ideas encuentra aquí su verificación. Pero no es suficiente conjurar las fuerzas externas. El individuo continúa insatis­ fecho. De aquí que quiera transformar a las fuerzas de la Naturaleza en seres propicios. Las convierte en dioses y, posteriormente, en una instancia paterna, en un padre, dueño de la vida y de la muerte 122. La nostalgia del padre tiene aquí un papel fundamental. A través de este mecanicismo todo cobra sen tido : La vida viene valorizada y, poco a poco, va perdiendo el aspecto trágico que tenía para los p rim itivos: se piensa que no se puede re­ ducir ya a los elementos tangibles que se conocen, sino que ha de ser­ vir a un fin superior. La creencia en este fin superior de la vida con­ diciona posteriormente todas las opciones humanas y aun las situa­ ciones más difíciles. La misma muerte, símbolo sumo de la impotencia humana, se explica a la luz de ese fin superior. Los acontecimientos del mundo, que el hombre no consigue explicarse, se explican por me­ dio de esa proyección sobre la voluntad del fin superior. Y no se trata sólo de una explicación teórica, sino que se origina todo un comportamiento social, regido por leyes «eternas», sustitutos de la voluntad justiciera superior. En conformidad con tal voluntad se adopta un comportamiento preestablecido 123. La aceptación, en la vida concreta, de la voluntad de otro y la tendencia a un fin superior son raíz de la religiosidad. Freud conside­ ra ilusoria tal religión, en cuanto proyección de las instancias psicoló­ gicas en un mundo particular. Freud no desconoce la importancia que ha tenido la religión en la humanización del hombre. Pero piensa que 121. fbld., 79-80 122. Ibid., 79. 123. Ibid-,80.

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