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292 LA CONCEPCION RELIGIOSA DE FREUD El valer coercitivo del ideal moral se encuentra en la satisfacción narcista que encierra. La masa y la minoría se siente elevada y acep- ta con mayor facilidad las coerciones de una sociedad, cuando percibe el valor más alto que se le ofrece a condición de su renuncia. El indi- viduo puede seguir en su mediocridad; pero se puede considerar su­ perior a los demás, a los que no pertenecen a su cultura, desde el mo­ mento en que él forma parte de un grupo considerado suoerior. Por ello se siente compensado y satisfecho en sus renuncias y las acepta. El arte, por su parte, ofrece sensaciones nuevas, sustitutivas de otras más antiguas y menos confesables. En el arte se pueden elevar las pulsiones al encontrar satisfacciones que no se podrían experimen­ tar de otro modo. Freud ha visto en el arte (y exclusivamente en el ar­ te, como se tratará de ver más adelante) la posibilidad de sublimar las pulsiones sexuales, tanto individual, como colectivamente U7. Otro factor coercitivo, que para Freud es el elemento más impor­ tan te por la fuerza que ha ejercido sobre la cultura, es la religión U8. Las páginas que siguen tratarán de explicar esta afirmación freudiana. 2 ) El hombre « necesita » una «providencia-». Refiriéndose con­ cretamente a las representaciones religiosas, Freud trata de examinar la situación del individuo en la antigüedad. La vida cotidiana era d i­ fícil para los hom b res: tenían que sufrir las privaciones que les venían del ambiente cultural en que se encontraban y de los demás hombres. Una situación semejante debía provocar necesariamente en el sujeto una angustia constante y una humillación a su afectividad y a su nar­ cisismo 1W. El sujeto se sublevaba ante tal situación. Es verdad que la socie­ dad estaba a su servicio. Pero es verdad también que ésta era fuente constante de frustraciones y alienaciones. No se podía dar una reconci­ liación entre el individuo y la sociedad 12°. De todos modos, la civilización procuraba compensar las priva­ ciones sufridas por el individuo. Como ni el arte ni los ideales cultu­ rales lo conseguían, la sociedad acabó por proponer al individuo una compesación. Al hombre que vivía en la angustia y en el temor, que 117. Ibid, 77-78; cfr. Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinel, 484. 118. FREUD. S., El porvenir de una ilusión, 78. 119. Ibid., 79. 120. Ibidem.

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