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M. GARCIA CABERO 289 mente excepcional— que Dios no se podía llegar a captar a través de los sentidos. Freud no desarrolla esta idea y quizás no tuviera él mis- mo conciencia de haber casi explicitado la idea de la trascendencia de Dios. Freud no llegó a tal idea, parece. Lo que él afirma directamente es que el Dios judío no viene a ser la conclusión de actividades psíqui­ cas «inferiores», no se halla al final de un juego de pulsiones, sino que se coloca en el plano estrictamente ideológico, abstracto, racional. Este plano superior tiene el predominio sobre el mundo meramente senso­ rial. Con esta idea, es decir, con la concepción de un Dios espiritual (aunque no se pueda hablar en Freud de un existen te-trascendente), la humanidad habría dado un paso cualitativo en su tarea de humani­ zación 108. En este momento el hombre habría abandonado la regla ex­ clusiva de las pulsiones para comenzar a regir su vida según los prin­ cipios de la razón. Es posible que en esta idea encuentre Freud la fuerza que ha po­ dido mantener la conciencia de pueblo especial que sostiene a los ju­ díos. T a l idea no ha podido no tener como consecuencia la exaltación de la autoestima del hombre, de su orgullo, de su superioridad. Con ello la sensualidad vendría sublimada, cambiada en algo superior y d i­ verso: la idea religiosa, que satisfaría los elementos sensuales latentes en el sujeto I09. Freud insiste repetidamente en esta idea de la conquista de cier­ tos valores ideales como elemento cohesivo que ha mantenido unido al pueblo judío a través de los tiempos. Es verdad que los judíos debieron sufrir los conquistadores extranjeros y algunos mestizajes: pero siguie­ ron unidos siempre porque su representación de Dios suponía una grandeza tal de la que ellos mismos se sentían partícipes; se sintió el pueblo especialmente querido por Dios; y, en fin, porque las renun­ cias pulsionales venían sublimadas en unos valores intelectuales y es­ pirituales que satisfacían plenamente el deseo de grandeza del pueblo 110 En su evolución histórica, el pueblo judío encuentra numerosas dificultades. Por una parte, lleva sobre sí todo el peso del pasado y la consecuencia de ser el pueblo elegido de Dios; por otra, todas las es­ peranzas que había puesto en Dios tardan en realizarse. Esta tensión entre una conciencia colectiva y una falta de realización práctica sus- 108. Ibid., 266-287. 109. Ibid., 267. 110. Ibid., 274.

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