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M. GARCIA CABERO 233 bolismo de los actos. Como se ha indicado anteriormente, los actos que dependen del ceremonial neurótico carecen de sentido, son absurdos, mientras que los derivados del ceremonial religioso poseen un simbo­ lismo bien definido 3I. Pero quien se acerque, como hace Freud, al sentido profundo de ambos comportamientos, y quien se ecerque, sobre todo, partiendo del psicoanálisis, percibe el sentido escondido del comportamiento neuró­ tico y cómo los actos obsesivos poseen una lógica interior, cómo son fruto de los intereses de la personalidad y de los afectos del psiquis- mo i2. Es verdad que el neurótico, cuando — en un plano consciente— reflexiona sobre sus acciones específicamente obsesivas, no las justifica. Y, en esto, parece diferenciarse del devoto común que puede justificar el sentido de sus actos. Pero, en el fondo, tampoco el devoto corriente, cuando pone en práctica el ceremonial, se pregunta sobre su significa­ ción y ciertamente desconoce los motivos profundos que llevan a tal práctica, a diferencia del científico o del especialista religioso, que po­ drían dar una explicación “. T ed a esta descripción no hace más que acentuar la estructura, que se encuentra a la base de este comportamiento, que no es otra que el sentimiento de culpa. El sentimiento de culpa se coloca en el inconsciente. Su influjo explica el comportamiento del neurótico y del practicante religioso. Freud insiste en que el comportamiento del neurótico surge como ame­ nazado de una tentación a obrar mal, un temor al castigo si obra de un determinado modo u omite ciertos actos. Todo «como si» hubiese cometido una culpa irreparable de la que no tiene conciencia M. Los hombres religiosos, por su parte, no dudan en confesarse gran­ des pecadores (aquí se puede notar la confusión que hace Freud entre pecado teológico y culpa psicológica; no es consciente de la reducción, totalmente inadecuada, que establece). El comportamiento cotidiano de estos hombres, jalonado por diversas prácticas religiosas, da la im ­ presión de que su vida piadosa se halla dominada por toda una serie de prácticas pro tectivas35. El devoto común, como el neurótico, se com­ 31. Ibid., 1050. 32. Ib!dem. 33. Ibid, 1051. 34. Ibidem. 35. Ibid., 1051-1052.

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