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F. J . CALASANZ 167 Es mucho m ejor atenerse al sabio lema de “ libertad en lo op i­ nable y caridad en tod o ” . Porque es un pecado detestable de sober­ bia juzgar a los hermanos. Dios, que conoce los corazones, es quien puede juzgarnos. Los hombres no tenemos elementos suficientes para ser justos. El ún ico ju icio que nos ennoblece es la caridad, que “ no p ien ­ sa m a l” . E l d ia l o g o Todo lo que se ha hablado y escrito en estos años sobre el d iá ­ logo ha servido para probar lo d ifícil que es dialogar correctam en ­ te. El diálogo es un juego limpio en el cual importa ante todo to ­ mar parte activa. Ganar o perder es secundario. Desde luego, es preferible perder con elegancia a ganar con trampas. En una form a ción para el diálogo habría que dedicar jornadas intensivas a las clases prácticas. Porque, en teoría todos somos res­ petuosos, sinceros y hasta amables- Los jugadores de mus de las tardes del sábado defienden con voz desacompasada y aguardento­ sa que son am igos del diálogo. Los “ h ippis” de la última hornada se quejan de que no se les toma en cuenta. En nombre del diálogo se han com etido abusos inconfesables. Y es que el diálogo necesita, com o base, unas cuantas virtudes humanas de d ifícil ejercicio, tal com o la sencillez, la honestidad, la comprensión , la madurez, la disciplina. Y un espíritu de p ro fun ­ da fra tern idad para ponerse en el plano intelectual, ambiental, sen­ timental e incluso religioso del prójim o. El diálogo tiene com o exigencia primaria el saber escuchar al p rójim o. Escuchar es hacer un esfuerzo por comprender lo que nos dicen, para situarnos espiritualmente en lugar del interlocutor, pa ­ ra ahondar en las razones que explican o cond icionan criterios que quizá personalmente no compartimos. Esta comprensión y este es­ fuerzo nos colocan en una perspectiva nueva y nos descubren h o ­ rizontes nuevos. ¿Quién no ha experimentado con frecuencia que los enfoques del prójim o son más lum inosos y más realistas que los propios? El diálogo así llevado enriquece los puntos de vista perso­ nales con la experiencia y la sabiduría del prójimo. Los descubrim ientos modernos de la ciencia y de la técn ica han

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