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F. J . CALASANZ 16 3 sólidos, con supresión de aranceles aduaneros, tratos de favor, etc. En política se han superado los regionalismos e incluso los nacionalis­ mos, con pactos e instituciones de carácter mundial, com o la ONU, la NATO, el Pacto de Varsovia, etc. Todo ind ica que el individualismo está en crisis. Pero subsiste aún lo que la Constitución “Lumen gentium" denom ina com o “ tentación del individualismo” , provocada por el progreso que endiosa al h om ­ bre. En efecto, el hombre de hoy se siente turbado interiormente por el prestigio de la técn ica y por la vida con fortable. En estas circuns­ tancias es fácil olvidar los valores del espíritu y dedicarse a fom en tar los intereses individuales o colectivos menospreciando los intereses ajenos. Es interesante el d iagnóstico: el individualismo no se da cuando el individuo se vuelve egoísta. Hay otro individualismo más peligroso y es el enclaustram iento en el propio grupo, ignorando los problemas y los derechos de los demás. La revolución global no ha sido obra de personas aisladas, sino de con jun tos inteligentemente dirigidos y abundantemente equipa­ dos. Los inventos modernos, la conquista del espacio, el progreso, obedecen a un engranaje muy com plicado en que form an parte sa­ bios, técnicos, investigadores y peones. Cada pieza es insustituible en su puesto. Es com o un colosal ejército en que los legionarios lu­ chan en el fren te de sangre, m ientras en la retaguardia manos ig ­ noradas “ pelan las patatas” y barren los cuarteles. En la labor comunitaria, el equipo es imprescindible. Lo pide la diversificación de tareas, los talentos de cada uno, la especialización, el orden. La laoor en equipo es una cond ición esencial de eficacia. El trabajo de la fratern idad es múltiple y requiere la colabora ­ ción de todos sus miembros. Esto es claro. El secreto de la planifica­ ción consiste en que cada uno ocupe su puesto, en que se atienda a las cualidades personales de modo que rindan al máximo al servicio del bien común. En este sentido hay que tener muy en cuenta la gracia peculiar de cada persona, su “ carisma” , que se dice hoy. La comun idad es un organismo vivo — con las debidas salvedades— y cada m iembro cumple un servicio determ inado por su capacidad, por su form a ción , por su habilidad, por su carácter. Es un error pen ­ sar que todos van a valer para todo. La distribución del trabajo debe m irar en dos d irecciones: la can tidad y la calidad. No se puede tolerar por in justa la “ sobrecar

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