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F. J . CALASANZ 1 8 5 tos. Y no me refiero a aquellos reparos un poco exageradillos de San Bernardo, que calificaba de “ blasfem ias” determ inadas formas aseglaradas de expresarse. No hay que exagerar. La cuestión es mucho más importante. Y es que habría que hacer un elenco de fra ­ ses “ proh ibidas” , por educación, por respeto al prójim o y hasta por estética. “ D i s p o n i b i l i d a d ” . Es gozoso constatar que la “ consecratio mundi” en su form a más rica de con ten ido tiene com o punto de partida la “ consecratio cord is” . Hay una proporción asombrosa y estimulante entre la en ­ trega a Dios y a los hermanos y lo que se llama hoy genéricamente “ cambio de estructuras” . Es cierto que el comprom iso temporal in ­ cumbe directamente a los seglares. Pero la renovación interna, la transform ación de base y la construcción de un mundo más con fo r­ me a los designios de Dios no puede hacerse más que desde Dios. El pueblo elegido ganaba las batallas a sus enemigos, m ientras los brazos de Moisés permanecían tensos y elevados en oración . Cuan­ do Moisés ba jaba sus brazos cansados, el pueblo de Dios era derro­ tado. La “ consecratio cord is” — vivida con todas sus consecuencias— mortifica las apetencias intintivas y convierte al hombre en un ser nuevo. La pobreza desprende del corazón las adherencias e impu ­ rezas del egoísmo. Libera el corazón del endiosam iento que llevan consigo el poder, las influencias, el cu lto excesivo que pagan los ri­ cos a su posición mundana de “ privilegiados” . Con la pobreza des­ aparecen muchas turbaciones y muchas tentaciones peligrosas. El verdadero pobre goza de una libertad de espíritu que hace olvidar las privaciones. Es una crucifixión que libera al hombre de lo terre­ no, porque lo eleva de la tierra. En esta situación de ánimo, el hombre queda “ disponible” . En la d irección de Dios que colma el vacío que dejaron las cosas — “ a los pobres y hambrientos los llenó de bienes”— y en la dirección del prójim o, al que se dedica el tiempo, el estudio y las preocupa­ ciones más intensas. El pobre tiene la experiencia de la radical in ­ seguridad y provisoriedad de las cosas. Por eso asciende en la ver­ tical de la cruz y se abraza al Señor que es su fortaleza y su espe­ ranza. Sólo en este despojo voluntario y amoroso de los bienes hu

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