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1 8 0 VISION DE LA FRATERNIDAD muerde y no come. Seguramente, experimentó en su propia carne la mordedura de los mediocres, que no podían tolerar su encum bra ­ m iento. Porque ya entonces existía esa raza maldita de “ roedores” que, incapaces de hacer nada que merezca la pena, se dedican a de­ moler lo que hacen los semejantes. Unamuno llama a los envidiosos “ rastacueros” . Ni que decir tiene que los envidiosos son una plaga para la vida comunitaria. No hacen ni dejan hacer. No colaboran y ven a disgus­ to o fustigan cruelmente a los que prestan con honradez su co labo­ ración. Son tan egoístas, que en ju ician a los demás desde su triste y mezquina soledad. ¡Pobres! Son “ rastacueros” . H o s p i t a l i d a d Hoy que se han mu ltiplicado tanto las formas de relación y con ­ vivencia entre los hombres se destaca en un primer plano de aten ­ ción la hospitalidad. Sentar al visitante a la mesa es ya una norma de cortesía y de amistad que crea lazos entrañables. Vamos a visitar a un am igo o llevamos simplemente una visita de amigos comunes y se nos invita a com er y a dormir. Es decir, se nos abren las puer­ tas de casa y este ofrecim ien to, que muchas veces no pasa de ser un simple p rotocolo social, es con frecuencia sincero y habrá que aceptarlo para no desairar ni herir. Por tradición y por caridad, nuestras casas deben estar siempre abiertas. Es, por otra parte, una norma que ha conservado a lo lar­ go de los siglos su vigencia, el albergar a los hermanos que vienen a trabajar entre nosotros o en una visita de cortesía. Con el fen ó ­ meno nuevo del turismo, se mu ltiplican las visitas de hermanos a quien no conocemos. Vienen de peregrinación o de paso y es nues­ tro deber acogerlos fraternalm ente y repartir con ellos nuestro pan y nuestra vivienda. Cada comun idad debe crear las cond iciones fa ­ vorables, dentro de nuestro estilo, para que los huéspedes se sientan a gusto y com o en su propia casa. Los cambios profundos de todo orden que glosa el Esquema X III a fectan de un modo especial a las relaciones a escala nacional e internacional. No es d ifícil encontrar en las casas céntricas a h om ­ bres de diversas nacionalidades, lenguas y culturas sentados a la misma mesa. Se ve claro que hay que extremar la caridad para con

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