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1 7 8 VISION DE LA FRATERNIDAD do profundamente en la naturaleza humana. De suyo es bueno, pero empieza a ser peligroso cuando se interfiere en la vida y en los de­ rechos de los demás. Es legítimo el deseo de “ ser más” , de m ejorar posiciones, de adquirir nombre y fama. Lo inmoral es querer conver­ tir al prójim o en peana o en instrumento de la glorificación propia. Que es, ni más n i menos, lo que hace el envidioso. Corazón -pequeño. Duele en carne viva el triun fo de los seme­ jantes. El hombre magnán imo se une gozosamente al bien de los demás, está pronto a la fe licitación efusiva, se siente con tagiado con la felicidad ajena. El envidioso se turba interiormente, porque se nota a sí m ismo sin relieve, en un segundo plano, un poco rebajado. Y es que, en definitiva, carece de valores humanos para sobresalir. No tiene estatura para ser advertido, no es grande. Entonces, para hacer notar su presencia, rebaja vilmente a los superdotados. El evidioso no descubre su espiritual amargura. Se disfraza de hombre exigente, importante y honrado para deslumbrar a la op i­ nión. Critica a un personaje, a una sociedad, un libro, un hecho, porque se lo pide así su conciencia. Incluso llega al h istrion ismo de disfrazarse de am igo para que el acero de su crítica penetre más hondo y haga más mal. “La verdad es que lo siento mucho, es un gran am igo mío y yo lo estimo, pero... en tal ocasión estuvo desa for­ tunado, su nuevo libro no vale nada, es bastante vulgar en todas sus cosas” . En gramática había numerosos ejercicios para poner las frases en estilo directo. Lo que el envidioso pretende es restar méritos a la obra de su amigo, ya que vive interiormente carcom ido por su triun fo. Es com o el torero que prepara terreno y suaviza al toro pa ­ ra matar a gusto. De sobra ve el envidioso que el estilo directo — la difam ación cara a cara— descubriría su ruindad. La envidia al des­ cubierto es considerada socialmente com o una vileza. Por eso se en ­ tretiene, antes de matar, en una “ faena de adorno” . Corazón pequeño. Los mediocres son enanos del espíritu que pa ­ san desapercibidos en la vida comun itaria porque hay hombres n o r­ males y hombres de gran estatura intelectual, moral o religiosa. El enano quiere sobresalir, “ reba ja ” a los demás a su mismo rasero: así todos iguales. En algunos casos, el m ediocre se encarama sobre los hombros de los demás, lo cual no impide que siga siendo enano. Es ese tipo repugnante del calumniador o del “ ch iva to” . (Uso esta

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