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1 7 6 VISION DE LA FRATERNIDAD Modernamente, han brotado nuevas formas de encuentro con los trabajadores y la gente humilde, com o los suburbios, las escolanías, las academ ias de obreras, etc. Pero han sido generalmente obras individuales que no comprom etían la existencia y la marcha de una comun idad com o tal. Con la nueva legislación se prevén fratern idades entre traba ja ­ dores, enclavadas en los barrios pobres, con una dedicación preva- lente o exclusiva al mundo del trabajo. Es un momento de prueba, a ver hasta dónde llega el amor a los pobres. Porque no se trata de ocupaciones provisionales que no ligan a la comunidad más que de paso. Sino de instituciones concebidas directamente para los pobres y que obligan a convivir con ellos, a compartir las necesidades y a vivir los mismos problemas económ ico-socia les de la gente subdes- arrollada. Digo que estas experiencias comprobarán si nuestro amor a los pobres era oro limpio o “ poses” para la publicidad. El pueblo no cree ya en los gestos teatrales ni en la autodefensa apologética. No se convence más que con el testimon io con creto de los hechos. Por lo general, nos consideran desvinculados de sus p ro­ blemas y muy atareados en atender a los ricos. Sólo a base de h e ­ chos palpables se les convencerá de lo contrario. Y el hecho salva­ dor que probará el mesianismo de los Institutos religiosos es éste: la “ en ca rna ción ” del religioso en el mundo obrero. Encarnación que lleva consigo asumir su género de vida, hacerse en todo semejante a ellos, tener las manos encallecidas com o ellos, vestir pobremente com o ellos. Ser pobres de hecho, com o ellos. Guardar cola en los o r­ ganismos públicos, com o ellos. Perder el sueño por necesidades vu l­ gares, com o ellos. Quedarse sin trabajo — y no tener otro medio de vida— com o ellos. La deserción progresiva de las prácticas piadosas es un hecho reconocido unánimemente por sociólogos, historiadores y pastores de almas. El mundo obrero se aparta de Dios, los pobres dan las es­ paldas a la Iglesia. La masa no quiere saber nada de los curas. Ur­ ge, entonces, la evangelización de los pobres para que comprendan el sentido cristiano purificador de la vida. Pero ya no sirve pred icar­ les la resignación en espera del triun fo futuro en los cielos. Hay que trabajar con más realismo y ofrecerles un mundo presente menos injusto, donde los bienes creados por Dios se repartan equitativa­ mente entre todos los hombres.

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