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F. J . CALASANZ 1 7 5 Evangelizar a los pobres no es dar de com er y vestir pulcram en ­ te — con ropita de artesanía con feccionada por importantes damas a un grupito determ inado de pobres con nombre, apellidos y dom i­ cilio registrados. Importan los pobres, todos los pobres sin d istin ­ ción de edades, ni de conducta n i de color ni de credo religioso. Evangelizar a los pobres es darles casas, su fragar sus gastos, pagar su vivienda. Pero, ante todo, evangelizar a los pobres es esforzarse por comprenderlos, compartir sus preocupaciones, dedicarles tiem ­ po, trabajo y amor. Evangelizar a los pobres es vivir a gusto con ellos, entre ellos, para ellos y considerarse honrado cuando a uno le consideran com o am igo de los pobres. Con el tiempo se ha revisado también el con cepto de pobres. Hoy son pobres los que viven angostamente incluso en plan fís ic o : vi­ vienda insuficiente y poco higiénica, sueldos que no cubren el pre­ supuesto normal de un trabajador, imposibilidad de hacer frente al porvenir con alguna garantía... Es pobre el trabajador “en paro” que se acerca a la portería. La solución cóm oda es darle cien pesetas y desearle suerte, pero con toda seguridad, si fuera algo nuestro — por ejemplo, nuestro padre o nuestro hermano,— y tuviéramos oportunidad, lo colocaríamos. Cierto que nuestras casas no son oficinas de colocación , pero cuan ­ do el problema nos toca en carne viva hacem os lo posible por en ­ con trar soluciones válidas. Son pobres las jóvenes recogidas en un colegio de rehabilita­ ción. Es sorprendente y triste constatar que no se encuentran sa­ cerdotes para atender estos centros asistenciales, que no pueden asignar un sueldo. M ientras que hay cola para enchu farse en co le ­ gios de la burguesía, casi todos regentados o asistidos espiritual­ mente por el clero. Y es que el trabajo entre la gente humilde no es rentable, “ no com pensa ” en n ingún sentido. Frases profanas que delatan un utilitarismo brutal o una dependencia vergonzosa de las clases privilegiadas. Pablo VI nos ha d icho bien claro que esperaba una dedicación más notoria de los capuch inos al mundo del trabajo. D ice que es nuestro puesto y que pensaba encontrarnos entre los trabajadores, com partiendo su pan y su lenguaje. Es una denuncia muy digna de tener en cuenta, porque es justa. Desde luego, siempre ha habido obras para pobres: comedores, dispensarios médicos, farmacias.

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