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174 VISION DE LA FRATERNIDAD En rigor, la pobreza es incómoda. El hombre ven ido a más c o ­ rre el peligro de narcisismo. No pierde ocasión de recordar que se hizo a sí mismo, que salió de la nada por su propio esfuerzo. La si­ cología del “ nuevo rico ” está penetrada de un mal disimulado o r­ gullo y de un menos disimulado desprecio hacia aquellos que no han sabido abrirse paso en la vida. Una auscultación a fond o revela en seguida ciertos fo co s de es­ píritu mundano en la valoración de la pobreza y la riqueza. Esto es, desde luego, antievangélico, pero es así: inconscientem ente presu­ m imos de ciertas amistades que resultan ventajosas en plan social. Nos encontramos a gusto con los ricos, con los que tienen toda cla ­ se de facilidades para pasarlo bien, con los que son personajes im ­ portantes. Es un contrasentido hacer compatible nuestra altísima pobreza con una adm iración descarada de los que no tienen más méritos que su escandaloso tren de vida. Las man ifestaciones de esta mentalidad de ricos son num ero­ sas: se fom en ta el encuentro y la amistad con los poderosos, se tra ­ b a ja con más gusto en ambientes acom odados donde se respira abundancia y bienestar. Se busca al am igo con coche, con puestos honrosos, con múltiples influencias. De un modo inconsciente, muy peligroso, se cataloga al p rójim o con criterios p rofan os: “ es una fa ­ milia b ien ” , “ pertenece a las m ejores fam ilias” , “ nuestra casa es frecuentada por gente b ien ” . Y en esta valoración se atiende ún ica ­ mente a su posición económ ica. El Evangelio va por otro cam ino: la “ evangelización de los po­ bres” figura com o signo visible del mesianismo de Cristo. Francisco de Asís renuncia a la vida burguesa para entregarse en cuerpo y al­ ma a los pobres. En la fase de ensayo atiende a los leprosos. Luego, una vez que decanta su vocación , “ evangeliza” a los pobres. La pre­ dicación popular, en los ambientes sanos del pueblo, es su gran m i­ sión. Para él el retorno al Evangelio es el retorno a los pobres. Evangelizar a los pobres no es cuestión de limosneo en mayor o menor escala. Desde luego, el procedim iento de la limosna a cuen ­ tagotas es insufrible para los hombres de nuestro tiempo. Van des­ apareciendo las “ colas” de pobres los martes, viernes y otros días feriados para recibir la hum illación de una pesetita, que sumada a otras hum illaciones más, sumaba varias pesetitas. Era un proced i­ m iento hum illante que provocaba interiormente el rencor, sobre to ­ do cuando se excluía de la pesetita a los que no iban a misa.

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