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16 8 VISION DE LA FRATERNIDAD com probado experimentalmente las lim itaciones del hombre. El progreso humano descubre realidades nuevas, mundos extensos in sospechados, maravillas naturales. Sin el esfuerzo por la conquista gradual de la historia, el hombre viviría aún en la edad de piedra. Quien defendiera a capa y espada su mundo nostálgico de arados y romanzas pastoriles renunciaría al mundo nuevo, mucho más bello y con fortab le, de los viajes espaciales, del ecumenismo, de los m e dios de difusión. Saber escuchar en p lan fra terno es mucho más que prestar a tención cortés a las palabras del prójim o. Es hacer un esfuerzo por calar en su intención y por potenciar su a lcance y su conten ido. Tal esfuerzo descarta de raíz toda preocupación polém ica. No se escu cha para dar tiempo a la réplica propia o para localizar los puntos flacos de la argumentación ajena. Se busca la verdad v se reciben con agrado hasta las lucecitas más insignificantes en apariencia. D ialogar así es cercenar de raíz nuestro egoísmo. En lo espiri tual com o en lo físico nos gusta y nos halaga dar, m ientras que sen timos cierto recelo a la hora de recibir. Parece que la aceptación de lo que nos da el p rójim o nos hum illa porque, en principio, pensamos que tenemos toda la verdad y nos envanece el dar. Sin embargo, es cuchar es grande por eso, porque aceptamos el don del prójim o aún creyendo que nos encontram os en disposición de dar. En un diálogo fraterno, el intercam b io es constante. Damos en la medida de nuestros talentos lo mejor. Y aceptamos, sin escrúpu los, lo que nos brindan. Compartimos la mesa, compartim os la am is tad, compartimos la gloria, la tristeza y la esperanza. Cuando no hay más que un sólo corazón y un m ismo espíritu, el diálogo brota espontáneamente. Cualquier observador de la vida comun itaria puede conclu ir que se discute m ucho y se dialoga poco. Se puede hablar mucho, se pue de hacer un gran a lboroto sin descender al terreno del diálogo. Un m itin no se parece nada a lo que entendemos aquí por d iá lo g o . Sin embargo, una convivencia tranquila puede rezumar diálogo por todos sus poros. En efecto, hay gestos, miradas y silencios que expresan conten idos profundos. Por influencias de im portación m onacal — el monaquismo ha si do funesto en la m archa de la fra tern idad— la proliferación de fo r mas m on jiles ha helado man ifestaciones normales del diálogo. El silencio ha ten ido la culpa de la huida del prójimo. En el encuen -
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