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158 EL OBISPO RAFAEL de cada español, todo el con jun to de bienes que com ponen y confi­ guran la felicidad humana. Esta línea de continu idad en las institu ­ ciones y en las mismas leyes es el esqueleto, la médula y el sos­ tén de toda organización. No se trataba de dar el nombre a n ingún partido, a n inguna ideología; había que escuchar las exigencias de la naturaleza que en todo m om ento y lugar se muestra abierta a los corazones nobles. Ni siquiera negaba Vélez el valor de las nue­ vas formas, en tanto que respetaran las inveteradas costumbres de los pueblos. Pero cuando aquellas, tal com o quedaba demostrado, só­ lo pretendían violentar el edificio social, entonces eran elementos nocivos que, de darles oído, acabarían m inando la construcción p o ­ lítica del universo. Anotado, pues, el duro cam ino de la realidad circundante, y con graves sospechas de que los acon tecim ientos presentes oteaban un futuro de nubarrones, term inó Vélez su encuadre apostólico pi­ diendo a su rebaño el esfuerzo necesario para a fron tar una r e fo r­ ma social de virtudes cívicas y cristianas. Sobre éstas radicaba la regeneración. No com prom etían las personas, y salvaguardaban las instituciones. Si en algo se mostró enérgico y decidido fue por razones que le impon ía el ejercicio de su m in isterio: “ El modo de d olem os de vues­ tros yerros e ignorancias — se expresaba el prelado— es trabajar in ­ cesantemente para precaverlas o evitarlas” . C a r m e l o S a n z Ros

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