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C. SANZ ROS 15 3 mente interesaba al pastor de almas y que le servia al mismo tiem po para en focar rectamente la situación sin comprom isos de tinte excesivamente político, se pregunta: “ ¿Quiénes son, h ijos míos, los buenos Españoles y los mejores cristianos? El Evangelio reprueba todo desorden. La justicia y la beneficencia, aue la Constitución de clara com o virtudes del Español, son virtudes que predica nuestra Santa religión a todo el que es cristiano. Como discípulos del Evan gelio, y com o españoles, debemos ser justos, y benéficos; y ni la ju s ticia, ni la beneficencia se pueden hallar en los que atacan el orden, perturban la paz, y persiguen sin cesar a sus herm anos” . La doble m otivación religioso-política comprendía toda la razón que necesitaba una organ ización social com o la española. Pero si bien la conexión con las tradiciones y el pensar de la mayoría era el armazón de la vida nacional, la presencia de nuevas teorías, de nuevos conceptos políticos, y aun de instituciones nuevas, se había infiltrado en el cuerpo peninsular. La experiencia de la Constitución, com o decantado pastel propinado por la nueva “ filosofía” , ¿había sido un viento pasajero sin consecuencias o una siembra, cuyo fru to podía madurar positiva o negativamente? ¿Podía sacarse alguna conclusión de aquel experimento innovador? Ahí estaba la mayor dificultad para Vélez si quería ser ob jetivo y sincero en su com un i cado social al pueblo. Debía plantearse el problema de la Constitu ción española por la que reclamaban muchas voces nacionales. La política del sexenio se iba m ostrando a todas luces desacer tada. Los continuos “ pronunciam ientos” militares testificaban la presencia de la gangrena en el cuerpo hispano. La inestabilidad m a nifiesta de los diferentes gobiernos que con vertiginosa rapidez y com plicada prisa, se sucedieron en las carteras ministeriales, h a b laban con abundante claridad a los o jos de los más avisados. Aun que los “ doceañistas” continuaban cumpliendo con relativa serie dad, nuevos ensayos doctrinales cundían en el engrana je político buscando canal de filtración en la vida patria. Las sociedades secre tas patentizaban con desusada precisión su pujanza y virtualidad hasta el punto de ir impon iendo su credo gubernativo. ¿No podría pensarse en alguna coladura de influencia innegable e irrespirable de estos nocivos gérmenes de disolución en la población misma de la plaza a fricana del Estrecho? De seguro que fue este atisbo de próximas calam idades lo que impulsó en definitiva a Vélez a saltar a la palestra docente para recordar a su pueblo principios cristia nos y tratar de ponerlo a salvo con tra doctrinas perniciosas pasadas,
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