PS_NyG_1971v018n001p0139_0158

150 EL OBISPO RAFAEL DE VELEZ Y EL TRIENIO CONSTITUCIONAL Los criterios de la actuación individual fren te al fenóm eno so­ cial estarán determ inados por “ un amor verdadero a los que en la tierra hacen las veces de D ios; un amor lleno de respeto a los que en realidad son padres de la sociedad; un amor, en fin , que em ana­ do en nosotros del que debemos a Dios, a nosotros y a nuestros p ró­ jimos, incluye esencialmente la subordinación , la dependencia, el justo temor y la obediencia al que tiene la autoridad, o es la cabeza de este cuerpo político, el Jefe de esta un ión ” . De donde se llega a conclu ir que “ no somos árbitros en sacudir el yugo de los que g o ­ biernan, com o no lo somos en quebrantar la ley de nuestro D ios” . Este connub io entre naturaleza y religión, tan lógico y meridia­ nam ente expuesto por Vélez, nada ten ía de servil, de faná tico, ni de revolucionario, por supuesto; no concedía preferencias, ni alentaba estridencias reform istas. Era tan sólo una llamada a la continu idad fundándose en la aquiescencia general; continu idad establecida en la misma y necesaria evolución de la sociedad; pues, nacidos to ­ dos ba jo la obediencia, debe ser la autoridad “ no sólo por temor obedecida, sino también porque de no hacerlo, no cumplimos con los preceptos que inspira la naturaleza, y faltam os a las leyes más term inantes de la Religión Cristiana, que predicaron el m ismo Je­ sucristo y sus discípulos con su ejem p lo y con su doctrina ” . . La sociedad, por tanto, estaba hecha, constituida, organizada. El consentim iento casi universal respetaba esta trayectoria evolu ­ tiva. Esa misma e indiscutible aquiescencia otorgaba validez a la autoridad. Pero, a los cristianos, aún más que a los gentiles, impu l­ saba en este m ismo régimen de criterios la fe que profesan y que, por su carácter divino, les da seguridad y confianza en sus m an ifes­ taciones. El pensam iento de Vélez sigue por los mismos cauces s o cio -re - ligiosos cuando quiere dimensionar la organ ización de la sociedad: “ Dios nos crió para la sociedad : la naturaleza en todo tiempo nos hace dependientes de otros hombres. Está ordenado así por Dios, y el cielo y la tierra dejarán de ser antes que una de sus palabras de­ je de cumplirse” . Así, sobre este pedestal, deben manifestarse los dos ejes de la comun icabilidad hum ana : autoridad y obediencia. La autoridad nos hace ordenarnos en jerarquía, de todo punto necesaria para que todos colaborem os; la obediencia mide nuestra colaboración al bienestar común al sopesar nuestra entrega personal. Cuando, ins

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz