PS_NyG_1971v018n001p0083_0138

1 3 8 RELIGACION Y PSICOLOGIA PROFUNDA 6 ) El amor, la fe y la esperanza o confianza (las denominadas «virtudes teologales») condicionan y posibilitan la vivencia religiosa y la definen como normal o patológica. Las tres tienen una base orgáni­ ca, psicobiológica, auténtica condición de posibilidad de su vivencia so­ brenatural, que el psicoanálisis ayuda a descubrir y purificar. El amor es el problema central de la psicoterapia. A tal respecto es interesante ver la fascinación que sobre los psicoanalistas, comenzando por Freua (O.C., III, 30 ), ha provocado la figura de San Francisco de Asís, el san­ to enemigo de estructuras y encasillamientos, el mejor representante del «ama et fac quod vis», el «alter Christus», el cristo medieval. Pa­ ra Pfister el amor puro que ha enseñado y mostrado Cristo con su vida, es la mejor demostración de la verdad cristiana, sin argumentos ni apo­ logías. Pero esta verdad y este amor no son, ni mucho menos, pura­ mente intelectivos o «racionalistas»; no abarcan la sola inteligencia, si­ no toda la personalidad; no dependen con exclusividad de la concien­ cia, sino también del inconsciente. Un inconsciente deficitariamente educado (troquelado sin amor) será, por ello mismo, opaco al amor, tanto natural como sobrenatural, de acuerdo con una de las primeras reglas que Freud y sus discípulos descubrieron en la práctica psicoana- lítica. «Cuando en los mandamientos se nos dice: Amarás al prójimo como a ti mismo, no se prevé que un «sí mismo» no es psicobioíógica- mente posible si antes no se le ha amado. Amor primigenio, en efecto; así ha denominado Balint a esta unidad madre-niño básica. Si a este amor primigenio añadimos ahora la confianza y la esperanza básica, nos encontramos, un poco sorprendidos, con que la medicina y el psi­ coanálisis actuales, tan sólo por el camino de precisar sus observaciones clínicas y de aquilatar sus técnicas, llegan a re-descubrir lo que en el mundo religioso denominamos virtudes teologales. O, si no ellas pre­ cisamente, algo que sí tenemos perfecto derecho a reconocer como su substrato psicofísico» 7 ) A este substrato psicofisiológico corresponde, como es de ri- 88 . ROF, art. cit., pp. 67-8. Cf. algunas reflexiones psicoanalíticas sobre las vir­ tudes teologales en TORNOS, Op. cit., pp. 117-130, y en PLE, Op. cit., pp. 172-213. El tema del substrato psicofisico de las virtudes teologales fue tratado por Lain en 1956: «El penúltimo fondo de la existencia humana —su último fondo es trascen­ dente a ella— hállase integrado por aquello que en el cristiano sirve de supuesto natural a cada una de las tres virtudes teologales» (La espera y la esperanza, Ma­ drid 1958, p. 18).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz