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1 3 2 RELIGACION Y PSICOLOGIA PROFUNDA nales que están condenadas, con el tiempo, a ser demostradas como falsas. Son, en fin, construcciones científicas, siempre abiertas a la crí tica que toda ciencia se impone a sí misma en virtud de su propio des- arrollo. Detengámonos en esta última afirmación. La ciencia psicoanalíti- ca posee, por su propio carácter científico, una función de esclareci miento de la realidad, en nuestro caso, de la realidad religiosa. Pero esta función ni es total, ni es radical. No es, en primer lugar, total, ya que el esclarecimiento de la religiosidad por parte del psicoanálisis está abierto, lo acabamos de ver, a futuras adquisiciones perfectivas, cuando no crudamente rectificatorias. El psicoanálisis ha de ir poco a poco elaborando su cuerpo de doctrina, también la religiosa, en conti nuo acopio de nuevos datos y perspectivas del problema, que en prin cipio puede considerarse constituido por un número indefinido de ellas, y que no logrará alcanzar más que en un momento transcientí fico y transhistórico, utópico y ucrónico, en la apokatástasis final. El conocimiento de las perspectivas varias, indefinidas, casi infinitas, de un problema es uno de los atributos que la teología reserva para Dios, la «omnisciencia». El hombre, «pétit dieu», posee «ciencia» a secas, no toda la ciencia, y por ello su saber está continuamente abierto al perfeccionamiento y a la profundización. Freud, Jung, Fromm, Frankl, Caruso, nos han expuesto sus particulares perspectivas sobre la dialéc tica imbricación entre la ciencia psicoanalítica y el fenómeno religio so. En cuanto tales, merecen tenerse en gran estima. Pero ni son to das, ni está dicho en sitio alguno que sean verídicas e inmutables. Tampoco son, y éste es el segundo punto, radicales. Veámoslo. El psicoanálisis, volvamos a repetirlo, es una ciencia que, como tal, aporta una interesante perspectiva sobre el fenómeno religioso Pero ¿podrá adjetivarse con justicia a tal perspectiva de «radical»? He aquí una cuestión que los psicoanalistas, con harta frecuencia, dan por resuelta. Vocacionalmente absortos en la tarea psicológica, caen muy frecuentemente en la tentación de considerar su perspectiva co mo la fundamental del problema, y extrapolar con exclusivista men talidad «la importancia de su asignatura». Pero la perspectiva psico- analítica, en el problema de la religiosidad, dista mucho de ser radi cal. Hace poco lo exponía, con su habitual sutileza, Xavier Zubiri. El
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