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G. GRACIA GUILLEN 125 algo así como un presentimiento de lo que sería un «orden mejor» que yo aspiraría a realizar de suyo. Y es parte del ser específico del hombre el que, a pesar de esta tendencia hacia una solución mejor, el hombre concreto puede también fracasar, y precisamente allí donde se vincula a sistemas normativos que no están realmente al servicio de esta per- sonalización progresiva, sino de una manera ficticia. Puede así suceder que alguien que quiera avanzar en la dirección de una autorrealización mejor, al adaptarse y asumir un sistema de normas heterónomo e ina­ decuado para ese fin, acabe por hacérselo imposible. El hombre puede apropiarse las «normas heterónomas» que ha ido consiguiendo la Humanidad en su incansable esfuerzo histórico de personalización progresiva, sin destruir con ello su existencia humana. Pero el hombre que se atiene «ciegamente» a las normas, que las asu­ me sin más, sin haberlas elegido conscientemente como «las mejores» para sí, sigue existiendo como hombre, sin duda, pero no las realiza personalmente n i llega a ser él mismo con ellas, si no hace de este siste­ ma de normas heterónomo una síntesis autónoma. Se trata, a fin de cuentas, de un hombre alienado. En esta perspectiva cree Caruso que debemos plantearnos el pro­ blema de la religiosidad, que puede ser un motivo de personalización y un motivo de alienación. Pero no se piense, ante esta fraseología, en la posible filiación marxista del autor. Aquí la alienación no depende de una infraestructura socioeconómica, sino fundamentalmente psíqui­ ca; y la solución, en principio, no ha de ser la «revolución del prole­ tariado», sino la «psicoterapia», aunque quizá esta conduzca a metas y compromisos socioeconómicos parejamente revolucionarios. En princi­ pio, pues, nos encontramos más cerca de Bergson que de Marx. La relación dialéctica entre «personalización» y «alienación» está dependiendo en buena medida de la relación dialéctica « psicología» - «sociología», e «individuo»-«sociedad». «La psicología y la sociología se tocan en el problema de la enajenación humana: la enajenación del «principio del placer» (perspectiva psicoanalítica) y la enajenación de la producción (perspectiva sociológica): estas dos formas de enajena­ ción no son, quizá, más que los aspectos de un mismo fenómeno cultu­ ral, porque el «principio del placer» no está en contradicción flagran­ te más que con un trabajo enajenado, y un trabajo enajenado no se

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