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122 RELIGACION Y PSICOLOGIA PROFUNDA «¿Se equivocará el idioma al hablar de la voz de la conciencia? Ya que la conciencia no puede «tener voz», porque ella misma «es» una voz, voz de la trascendencia. El hombre tan sólo oye la voz, pe­ ro ésta no proviene del hombre; al contrario, tan sólo el carácter trascendental de la conciencia nos posibilita el comprender al hombre y en especial su personalidad, en un sentido muy profundo. El tér­ mino «persona» adquiriría otro significado bajo este aspecto, porque podríamos decir: a través de la conciencia de la persona humana «per- sonat» una instancia extrahumana» (DI, 6 i ) 74. La conciencia, voz de trascendencia, nos hace comprender al hombre en su calidad de criatura. De modo que podemos decir; Co­ mo dueño de mi voluntad soy creador; como siervo de mi conciencia, sin embargo, soy criatura. Así la conciencia pasa a ser una especie de punto clave descubridor de la trascendencia esencial del inconsciente espiritual (DI, 62 - 3 ). «El hombre irreligioso no es más aue uno que ignora esta trascendencia de la conciencia, ya que también el irreli­ gioso «tiene» conciencia, también tiene responsabilidad; sólo que no hace preguntas, no le inquieta ni el ante-qué tiene responsabilidad, ni el de-dónde de la conciencia» (DI, 63 ). El hombre irreligioso es el que acepta su conciencia en la efectividad psicológica de la misma, y la considera última instancia, en vez de penúltima. Vimos ya que la conciencia poseía un cierto parangón con el Yo freudiano. Ahora advertimos que la trascendentalidad de la con­ ciencia se equipara con el Super-Yo, de modo que podemos hablar de un Inconsciente pulsional (del Ello), un Inconsciente espiritual (del m isión, como algo que ha de realizar; de aquí el origen de la «responsabilidad» Pero rsta misión al hombre le viene dada sin que él la busque (pp. 77ss). Es lo que Zubiri denominaría el «carácter m isivo de la existencia». Y precisamente en es­ ta ('misión dada» radica el carácter «trascendental» de la conciencia, a avie se refie­ re Frankl. «La misión que el hombre tiene que cumplir en la vida existe siempre, necesariamente, aunque el interesado no lo vea, y es siempre, necesariamente, sus­ ceptible de ser cumplida» (pp. 77-8). Pero además hay personas para las que la mi­ sión es algo transitivo. «Viven simultáneamente una instancia de la que la misión procede, viven aquella instancia que les impone la misión. V iven la m isión com o un m andato. La vida traslu ce la existen cia de un m andato trascen dente. Constituye éste, a nuestro modo de ver, uno de los rasgos esenciales del h om o religió su s: un h om b re en cuya con cien cia y responsabilidad se da, ju n to a la m isión, el qu e se la im ponen (p. 78). 74. También este párrafo adquiere mayor claridad desde ciertas frases de Psicoanálisis y existen cialism o. Allí se nos dice que «el mismo impulso que condu­ ce al hombre a sus misiones de vida más propias y peculiares, le guía también en

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