PS_NyG_1971v018n001p0083_0138

G. GRACIA GUILLEN 121 nocimiento se le manifiesta algo que ya es; a la conciencia, en cam­ bio, algo que aún no es, que deberá ser73. Esto que deberá ser no es, pues, algo real, sino algo que aún queda por realizar... Y esto no po­ dría ser realizado si no es por medio de una previa anticipación espi­ ritual» (DI, 32 - 3 ). En tal sentido, concluye Frankl, la conciencia, el ethos, es realmente irracional y racionalizable tan sólo a posteriori. Pero no sólo lo ético, la conciencia, sino también lo erótico, el amor, y lo pático, la estética, tienen sus raíces en una profundidad emocional y no racional. Así, en el inconsciente espiritual, al lado de un inconsciente ético (la conciencia moral), existe un inconsciente es­ tético (la conciencia artística). Todo esto está dependiendo de «la es­ piritualidad inconsciente» (DI, 38 ). Resumiendo, podemos decir: «Donde el Yo espiritual se sumer­ ge en una esfera inconsciente como en su fondo, podemos hablar de conciencia, de amor y de arte. Donde, en cambio, el Ello psicofísico penetra en la conciencia, hablamos de neurosis y psicosis — según lo que se presente dentro de semejante patogénesis; según se trate de una psicogénesis (como en la neurosis) o de una fisiogénesis (como en las psicosis)» (DI, 41 ). Desde tales supuestos previos, Frankl aborda el tema de la reli­ giosidad. Para ello sigue profundizando en el análisis de la responsa­ bilidad y de la conciencia. El hombre debe de ser «siervo de su con­ ciencia». Pero para poder serlo, la conciencia tiene que ser alguna otra cosa, tiene que ser más que yo, algo más alto que el hombre, el cual sólo oye «la voz de la conciencia». Con otras palabras, siervo de mi conciencia puedo serlo tan sólo si, en mi autocomprensión, compren­ do la conciencia como un fenómeno que trasciende mi puro ser-hom- bre, y si comprendo con ello a mí mismo, a mi existencia, desde la trascendencia 72. Aun a fuer de equivocarnos, es imprescindible aventurar aquí una hipóte­ sis: la de la posible dependencia de Frankl respecto de Heidegger en todo el plan­ teamiento del problema de la «conciencia» (Gewissen). A pesar de sus metas dife­ rentes, la exposición de Heidegger puede conferir mayor peso ontològico a las no demasiado claras ni fundadas ideas de Frankl (cf. OLASAGASTI, M., Introduc­ ción a Heidegger, Madrid 1967, pp. 39-40). Téngase en cuenta, además, que desde es­ te contexto es desde donde Heidegger va a entender al hombre como ser «arroja­ do», y Zubiri como «religado» (aherrojado), «misivo». 73. En Psicoanálisis y existencialismo justifica Frankl esta idea de modo más convincente. Quiéraselo o no, a la conciencia le aparece siempre la vida como una 6

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz