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G. GRACIA GUILLEN 111 hombre que ame a su prójimo, que haga justicia, que diga la verdad y se dé cuenta de lo que potencialmente es: la imagen de Dios? Formular esta pregunta resulta embarazoso, ya que la respuesta es tan penosamente clara. Mientras que hemos creado cosas maravillosas, no hemos sabido hacer de nosotros seres para quienes este esfuerzo mere ciese la pena. La nuestra no es una vida de fraternidad, de felicidad, de satisfacción, sino de caos espiritual y de desconcierto peligrosamen te cercano a un estado de locura; no a la clase de histérica locura exis tente en la Edad M edia; sino a una locura análoga a la esquizofre nia en la cual se ha perdido el contacto con la realidad interior y el pensamiento está divorciado del afecto» (FR, 11 - 2 ). Desde esta perspectiva, Fromm quiere romper nueva lanza en pro de la religión, pero en un sentido bastante distinto a como lo han hecho psicoanalistas y teólogos. Para él el auténtico nudo gordiano no está en la religión (tal como se suele entender tradicionalmente), o en la creencia en Dios, sino en la vivencia del amor y la búsqueda de la verdad. ((Quiero demostrar en estas páginas que no es cierto que ten gamos que abandonar nuestra preocupación ñor el alma si no acepta mos los dogmas de la religión. El psicoanalista está en oosición de estu diar la realidad humana detrás de la religión, como detrás de los siste mas simbólicos no religiosos. Halla, pues, que la cuestión no es si el hombre vuelve a la religión y cree en Dios, sino si vive con amor y busca h verdad secundaria. Si no lo hace, tcdo carece de importancia» (FR, 19 ). Esto tiene una profunda justificación histórica. Por más que co rrientemente identifiquemos en nuestra cultura religión con mono teísmo y ((con un sistema constituido en torno a Dios y las fuerzas sobrenaturales (FR, ~o), hay q r e tener en cuenta oue existen ( reli giones sin Dios como el budismo, el taoísmo y el confucianismo» (FR, 39 ); que en muchas culturas, como la egipcia, los sacerdotes eran los ((médicos del alma» y que en otras, como la griega, esta fun ción estaba, al menos en parte, en manos de los filósofos: Sócrates, Platón, Aristóteles, etc. (FR, 14 ). Por otra parte, sistemas seculares co mo el autoritarismo contemporáneo, no son llamados religiones en ab soluto, aunque psicológicamente merecen ese nombre (FR, 39 ) . De aquí que haya que definir la religión, desde el punto de vis-
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