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1 0 4 RELIGACION V PSICOLOGIA PROFUNDA tiano creyente siga el curso de estas ideas, las que tal vez le perezcan absurdas. No están dirigidas tampoco a los beati possidentes de la fe, sino a muchas personas para las cuales se ha apagado la luz, se ha hun­ dido el misterio y Dios ha muerto. Para la mayoría de ellas no hay re­ torno posible, y tampoco se sabe a ciencia cierta si en realidad sería el retomo lo mejor. A objeto de comprender las cosas religiosas, no hay en el presente otro camino que el psicológico; de ahí mi empeño en fundir formas de pensar históricamente petrificadas y en trasformarlas e n c o n c e p to s de experiencia inmediata. Es, por cierto, difícil empresa reencontrar el puente que reúne la concepción del dogma con la in­ mediata experiencia de los arquetipos psicológicos; mas el estudio de los símbolos naturales de lo inconsciente facilita los materiales nece­ sarios» (JR, 129 ). He aquí, pues, perfilado el nuevo método, «el estudio de los símbolos naturales de lo inconsciente». Es la única vía regia de inves­ tigación que hoy poseemos. «He aquí por qué he tomado en seria consideración los símbolos creados por lo inconsciente. Son lo único capaz de persuadir al espíritu crítico del hombre moderno» (]R, 150 ). Más adelante se verá cómo en la más remota antigüedad, y práctica­ mente hasta finales de la Edad Media, esto no fue necesariamente así. «Nuestros antepasados, que aún tenían una constitución espiritual más ingenua, transfirieron sus contenidos inconsciente a la materia. Fácil le resultó a ésta aceptar semejantes proyecciones, ya que por ese enton­ ces constituía un ser casi desconocido e incompresible. Dondequiera halla el hombre algo enigmático le proyecta sus supuestos, sin la me­ nor autocrítica. Pero hoy, que conocemos bastante bien la materia química, no nos es ya posible hacerla atribuciones con esa misma li­ bertad que nuestros antepasados... Por ahora nos contentamos con el hecho de que una idea de Dios — por completo ausente del espíritu consciente del hombre moderno— vuelve a presentarse en una forma que, tres o cuatro siglos ha, era un contenido de la conciencia» (JR, 84 - 5 ) Y en otro lugar añade: «Si aún viviéramos bajo las condicio­ nes medievales, época de pocas dudas acerca de los problemas últi­ 60. Cf. el capitulo de WHITE, «Aristóteles, Santo Tomás y el hombre» v «La revelación y el inconsciente», Op. cit., pp. 135-209. ’

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