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G. GRACIA GUILLEN 95 ha escrito Tornos ’1, «en el cristianismo ha ocurrido quizá bastante de esto.» Los peligros que Freud ve en la religión hacen pensar que son sus propios ideales y valores los que considera amenazados por ella: la razón, el sentido del sufrimiento humano y la moralidad. No tene­ mos que confiar, como dice Fromm, en las inferencias de la crítica que hace Freud de la religión; él ha expuesto muy explícitamente cuáles oon las normas o ideales en que cree: la filantropía ( Menschenliebe ) s\ la verdad y la libertad o, como él diría, Logos y Eros, verdad y amor36. ¿Y acaso no puede decirse que, en un sentido muy profundo, estos son valores altamente religiosos? En un primer momento quizá extrañen tales «ideales» en Freud. Buen conocedor de la realidad de nuestras motivaciones sub­ conscientes, es frecuente verle criticar con fuerte escepticismo, por ejemplo, nuestra pretendida experiencia de libertad interior. Sabe que siempre nos trabajan desde la sombra nuestras pulsiones y que en to­ da decisión tienen su parte. Pero en el mismo Freud se advierte con in­ sistencia cómo toda la actividad terapéutica no tiene otro fin que de­ volver la libertad a los seres que sufren. Desde este punto de vista es­ cribió una vez la siguiente definición sobre el intento de la cura psi- coanalítica: «lo que pretende es crear para el Yo enfermo la libertad de decidirse en una u otra forma» 37. La meta del desarrollo humano es vencer aquella fijación infan­ til. El hombre tiene que aprender a hacer frente a la realidad. Si sa­ be que sólo puede confiar en sus propias fuerzas, aprenderá a usarlas adecuadamente. Sólo el hombre libre, que se ha emancipado de la au­ toridad — la autoridad que amenaza y protege— , puede hacer uso de la razón y captar, objetivamente, el mundo y su papel en él, sin ilu­ sión, pero también con la habilidad de desarrollar y de valerse de las capacidades inherente a él. Sólo si crecemos y dejamos de ser niños dependientes y temerosos de la autoridad podemos pensar por cuen­ 34. Op. cit., p. 20. 35. ZILBOORG, Op. cit.. pp. 117, 119, 122, 123, 134, 141, etc. Según el A. el con­ cepto freudiano de amor está más cerca de la chantas de San Pablo que del eros de Platón. 36. DEMPSEY, P., Freud, Psicoanálisis, Catolicismo (trad. esp., Barcelona 1960), pp. 43-4. 37. G. W„ XII, 280; cf. TORNOS, Op. cit., pp. 75-93.

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