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G. GRACIA GUILLEN 9 3 «conflictos» (que son deseos contrapuestos, deseos de un individuo en cuyo camino se interpone la fuerza de otros deseos también suyos, con la consiguiente lucha interior) y que nos fijan a un nivel más evo- lucionado que el del narcisismo primitivo, cual es el de los complejos de Edipo y de culpabilidad, tal como se expone en Tótem y tabú y Moisés y la religión monoteísta. Freud, quizá por las condiciones so- cioculturales en que vivió, se ocupó mucho más de este segundo pun­ to que del primero: el Dios de los creyentes es la idealización del pa­ dre puesta en marcha por los conflictos de la situación edípica, accio­ nada especialmente por la fuerza de la culpabilidad inconsciente que, como un resto difícilmente eliminable, trabaja en nuestro interior, al menos en la época de resolución del Edipo 27. Concretamente, en To- tem y tabú, Freud dice que en el individuo, «si los datos del psicoanáli­ sis merecen en general ser tomados en consideración, habremos de ad­ mitir que, sin perjuicio de aquellos otros orígenes y significaciones po - sibles de Dios sobre los cuales no puede proyectar nuestra disciplina luZ alguna, tiene que ser muy importante la participación de la idea del padre en la idea de Dios» (O. C., II, 499 ). Esta frase que subra­ yamos, como denuncia Poli “ , demuestra que la posición de Freud es mucho más cauta y menos reduccionista de lo que con frecuencia se da a entender. Por otra parte, profundos estudios, sobre todo estadísticos, muestran la veracidad de su última afirmación (A. Godin, M. Hallez, W. Arnold, W. Bitter, O. Strunk, M.O. Nelson, E.M. Jones, M.R. Pattijn, A. Cus- ters, A. W. Siegman) *, haciendo ver cómo la actitud ante Dios y la religión de una persona viene fuertemente condicionada por la acti­ tud creencial y educacional del padre 30 y por nuestros simbolismos pulsionales inconscientes. Ni podría ser de otra manera, ya que Dios 27. TORNO S, op. cit., pp. 34-5. 28. Op. cit., p. 120. 2S. V E R G O T E , op. cit., cap. 3, pp. 224ss. POLL, op. cit., pp. 65 y 120, nota 13. E ste autor hace notar, también, cómo la significación de la imagen del padre se in­ crem enta todavía en C. G. Jung, que hace del padre un arquetipo. NELSON, M. O. y JONES, E. M., «Los conceptos religiosos en su relación con las imágenes paternas», en GODIN, A. (Ed.), Adulto y niño ante Dios (trad. esp., Salamanca, 1968), pp. 183-195; SIEGMAN, A. W., «La noción de Dios y la imagen del padre». Ibidem, pp. 197-206. HUBERT, W., FIERON, H„ VERGOTE, A., El conoci­ miento del hombre por el psicoanálisis (trad esp., Madrid 1968). 30. En su Fenomenología de la Religión (trad. esp., México, 1964), pp. 171-176, VAN DER LEEUW analiza la importancia y límites de la aplicación antropomórfi- ca a Dios de la idea de «padre».

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