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7 8 HEGEL REDIVIVO tacies. El poeta comentaba haberse visto en él rodeado de «un mag nífico arco iris, variopinto de artistas, médicos, filósofos, teólogos, ju ristas, físicos...». El filósofo Voss, protagonista entre bastidores de esa y otras aventuras, refiere cómo en julio de 1817 organizó una excursión a Weinheim, cuyo plan incluía inicialmente sólo a «graves» varones del claustro, como Juan Pablo y Schwarz; pero luego lo modificó y amplió, invitando, «para hacer más agradable el viaje», a varias da mas, entre ellas a Frau ¡Hegel, que buscó asiento en el coche donde iba el poeta. En otro llegaron más tarde el propio Hegel y sus hijos (quizás también Luis, que en ese año había sido admitido en la fami lia). Transcurrido un día feliz en el risueño valle de Birkenau, se pu sieron en camino de regreso al anochecer. «En el coche de Juan Pablo la juerga pasaba de la raya... — relata Voss— . A la Hegel, que me había sido confiada, le permití darle ocho besos, y cuatro a mí. Va rias veces hube de amenazarles, recordando que no estaba mudo y podía confiar un secreto a cierto casado de Heidelberg, ni manco para escribir a una casada de Bayreuth... El orden se restablecía al instan te, hasta que de nuevo se volvía a pecar con la mayor inocencia. A las 11 estábamos en casa. Y así seguimos viviendo un día y otro in dulci jubilo. En dos ocasiones semejantes ha agarrado ya Hegel una turca. ¡Vaya un filósofo!». Desde Bayreuth escribía Juan Pablo a Voss al año siguiente una carta llena de recuerdos, en especial para Hegel y esposa: saludando «an ihr die schonen Augen, an ihm die scharfen...». En verano se proponía volver a Heidelberg para brindar en casa de dieciséis de sus conocidos, muchos de ellos amigos que compartía con Hegel. «Por lo menos una vez he de libar con 1) Voss, 2) Paulus, 3) Daub,) 4) Thi- baut, 5) Schelver, 6) H egel... Dos veces sería absolutamente imposi ble». Cómo discurrían esas entrevistas del poeta super-imaginativo y humorista con el filósofo «pura prosa», que había saltado a la pales tra publicitaria arremetiendo contra las filosofías del sentimiento, lo revelan las memorias de Th. von Kobbe. Según este antiguo oyen te de Hegel, en aquellas conversaciones «el poeta, vencido siempre por el mariscal del pensamiento, buscaba con habilidad refugio en las
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