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4 2 HEGEL REDIVIVO En 1783 perdía a su madre a consecuencia de una fiebre biliosa, que atacó al mismo tiempo al adolescente, afectándole de garrotillo. Tan agudamente le atacó el mal, que se desesperó de que pudiera recobrarse nunca. Lo consiguió, pero en los oídos quedóle de resultas un fuerte y maligno rumor, del que sólo a costa de dolorosa cirugía se vio libre. Y era el segundo peligro inminente de muerte, pues ya en el sexto año de su vida lo había dejado la viruela tal malparado, que hasta el galeno lo dio por perdido; también de ese trance mortal había sacado una lesión pasajera en otro órgano de los sentidos, que dando como ciego durante muchos días. Si estos precoces achaques audio-visuales predispusieron el gran desarrollo de su intelecto, es tan conjeturable como el que ocasionaran su evidente torpeza de mo vimientos, que lo humillaba en la escuela de baile y en las fiestas de sociedad. En cambio, bien pudo influir esa falta de agilidad física en otro peligro de morir en que se vio, esta vez ahogado al bañarse, y del que a duras penas lograron salvarle sus condiscípulos del gimna sio. Arduo contraste el que ofrecían en el joven Hegel su destreza corporal y la mental, pues por ésta ocupó siempre el primer puesto dentro de su sección escolar. En otoño de 1788 se despedía su promoción del gimnasio de Stuttgart, y correspondió a Hegel, como guapetón del curso, dirigir el adiós agradecido y protocolario al director y profesores en nombre de sus camaradas, entre los que descollaba J. F. Márklin, su amigo y rival. Ambos se matricularon seguidamente en la Universidad de Tubinga, donde cursarían dos años de filosofía y un trienio de teolo gía. Es probable que allí se entregaran con avidez a la filosofía de moda, la kantiana, aunque más bien en su vertiente ética que gno- seológica; el Kant dominante no era el de la razón pura; y sobre todo Marklin extrajo de aquel contacto con el kantismo muchas más consecuencias prácticas de vivirlo que teóricas de superarlo, justamen te al revés de su amigo. Prueba de ello fue, según D. F. Strauss, el ri gorismo moral del primero, combinado con un cierto libre-pensamien- to, y su disposición de lucha moderada, pero impávida, por la liber tad y el derecho, aspectos estos últimos en que Hegel no debía irle muy en zaga. Un testigo de larga convivencia resumiría esta faceta diciendo que su moralidad era, en general, superior a su legalidad. Por
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