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74 HEGEL REDIVIVO refinamiento del método congenial a su carácter y, según él, al ge- nuino estudio de la naturaleza, el arte y la vida. Poeta y filósofo, am- bos idealistas después de todo, se aliaban en frente común contra los científicos, de lo que da buena prueba el 8 í 3 2 0 de la E n c ic lo p e d ia . Mas estos últimos no dormían, y en la universidad se declaraban mu­ chos de ellos enemigos encarnizados de la filosofía, «que ciertamen­ te no conocen — apuntaba un estudiante— y sólo tiene en sus cabe­ zas una existencia quimérica. De Hegel no han entendido otra cosa q u 2 su s g r a n d e s in v e c tiv a s del 5 L 5 2 0 d e la E n c ic lo p e d ia , y c o n fo rm e a él juzgan toda la filosofía, imaginándola hostil a la experiencia». El tributo de admiración sin reservas por su nueva obra le vino esta vez de Escandinavia, el otro extremo, con Francia, de la diago­ nal europea en que el nombre de Hegel iba abriendo brecha. El poeta sueco P. D. A. Atterbom, viajero como Cousin, y quizás por ello tam­ bién un poco a la ligera, quiso asomarse al mundo de la Enciclopedia: extrayendo de él esta magnífica sensación: «Es una maravilla en su género, que muestra la lógica desde un ángulo inédito y majestuoso, probando lo lejos que puede un hombre adentrarse en la esfera de las ideas más elevadas sin otra ayuda que la dialéctica formal... No puede negarse que la canija y miserable lógica antigua ha recuperado gracias a Hegel un carácter sublime». Reconocía, sin embargo, que el camino seguido por su autor era áspero y espinoso, no menos que la senda a escalar por sus lectores. La barrera de la expresión, rémora constante para aquéllos, no había sido derribada. Lo peor para no pocos espectadores de entonces como de hoy, es que la falta de claridad en la palabra era indicio de oscuri­ dad en la mente. ¿Habría que suponer un Hegel exotérico, poco co­ nocido, y otro esotérico, aplicando una clave hermenéutica en uso ya entonces para interpretar a ciertos pensadores de la antigüedad? ¿O pertenecería tal escollo a la sustancia de la nueva filosofía? Esta pre- exactamente. No hay palabras bastante enérgicas para calificar este barbarismo, por el cual, empleando la peor forma de reflexión, la composición, se concibe la luz como algo compuesto, y se hace que la claridad consista en siete oscuridades; del mismo modo que se podría hacer al agua clara consistir en siete especies de tierra. Y no sólo el barbarismo, sino la impropiedad e incorrección de las observa­ ciones y experimentos de Newton, y no menos su insulsez, y aun, como Goethe ha demostrado, su mala fe». (Ib. p. 178).

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