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72 HEGEL REDIVIVO En Heidelberg cayó pronto en manos de Hegel una tarea en la que ya tenía alguna experiencia: la redacción de una revista» H e i- deiberger Jahrbücher der Literatur. Allí publicó una recensión del ter cer tomo de las obras de Jacobi, trabajo que, si bien en su conjunto llenó de gozo al viejo filósofo, ya casi ciego y desmemoriado, no le satisfizo por completo, pues a su juicio Hegel se mostraba injusto con él al menos en tres puntos, y su crítica estaba dictada por unos pre supuestos filosóficos que para Jacobi seguían siendo incomprensibles. «Puede que tenga razón — escribía a propósito de la diferencia entre su sistema y el de Hegel— y con gusto me lanzaría a indagarlo a fondo con él, si la cabeza de un anciano no fuera demasiado débil pa ra tal empresa». Jacobi reducía aquella diferencia a un «salto», dado por él sobre el espinosismo, desde la sustancia absoluta al Espíritu ab soluto, libre y personal, y no dado por Hegel, que arribaba simple mente, con su sistema de la libertad, a un grado más alto, pero en esencia no diverso del espinosista. El año 1817 señaló otra piedra miliaria en el haber bibliográ fico de Hegel. Fue el año de su Enciclopedia (EnziklopadÁe der p h i - losophischen Wissenschaften im Grundrisse), recopilación de las lec ciones del semestre de invierno 18x6- 17 Y de otros muy anteriores. El título de la nueva obra respondía bien al contenido, que se distri buía en tres partes: lógica, filosofía de la naturaleza, filosofía del es píritu. Como las producciones precedentes de su autor, esta suma del idealismo absoluto provocó pronto ecos contradictorios. Cousin refie re que se puso a la venta cuando él se hallaba todavía en Heidelberg, procurándose uno de los primeros ejemplares. «Era un libro repleto de fórmulas, de aspecto un tanto escolástico, escrito en lenguaje poco claro, al menos para mí». A. S. Boisserée le faltó tiempo para hacer llegar a Goethe algunas páginas, augurándole una grande alegría cuando las conociera. Versaban sobre la teoría de los colores, y el so lícito remitente acentuaba que su autor se había complacido en exa minar «las aberraciones newtonianas» sobre el particular con el natu ralista Th. J. Seebeck ya en Nuremberg, perfeccionando sus conoci mientos en Heidelberg, de cuya sociedad de física era miembro ho norario desde 1807 (otro de sus títulos científicos fue el de consejero de la sociedad mineralógica de Jena). Varios días más tarde com pletaba sus envíos Boisserée con nuevas páginas de Hegel sobre New-
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