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G. ZAMORA 4 1 los filósoíos más ilustres, en el tercer año de su edad. Sin genealogías. Sin partidas de nacimiento y bautismo, de esas en que los buenos pá­ rrocos postridentinos dejaron constancia, en países católicos, de tantos nacidos, de cuya inmensa mayoría apenas queda otra huella que los datos cardinales del registro eclesiástico: nacimiento y filiación, ma­ trimonio y muerte. A los tres años de edad ingresaba el pequeño Hegel en una es­ cuela de alemán, y a los cinco en la de latín, en un parvulario de su Stuttgart natal. Para entonces ya sabía, según su hermana Cristina, declinar «musa musae», «y las palabras que a esa primera declinación pertenecen», por habérsela enseñado su madre, mujer de talento y bastante instrucción «para aquella época» : ella y el padre, que era secretario de cámara en la corte ducal de Wurtemberg, atendieron con cuidado a la primera formación intelectual del primogénito, y entre sus desvelos destacaba la afición a los clásicos. El muchacho no debía ser tonto ni holgazán, pues le dieron en cada clase el premio a la aplicación, por finalizar siempre entre los cinco de cabeza. Apenas cumplidos ocho años, le regaló uno de sus maestres los dramas de Shakespeare en versión alemana, vaticinando: «Tú no los entiendes ahora, pero los comprenderás muy pronto». En­ tre todas las comedias del inglés — que más tarde le parecería un bárbaro— prefería, según su hermana, Las alegres comadres de Wind' sor... A los xo lo confió su progenitor a la instrucción particular del coronel K. A. F. Duttenhofer, cuyo poliédrico saber se extendía por las ciencias matemáticas, filosóficas, militares, de ingeniería, hidráu­ lica y político-administrativas: de sus clases de Geometría aprendió no sólo a medir el suelo, sino también el cielo, ya que, entre acre y acre que medían, les comunicaba el profesor sus conocimientos ’as­ tronómicos’. En el gimnasio superior sería la Física su asignatura fa­ vorita. la que más cosas explica ». Y también. «La filosofía es un producto humano de ca­ da filósofo, y cada filósofo es un hombre de carne y hueso, que se dirige a ot-os hombres de carne y hueso como él. Y haga lo que quiera, filosofa no con la razón sólo, sino con la voluntad, con el sentimiento, con la carne y con los huesos, con el alma toda, y con todo el cuerpo. Filosofa el hombre ». Obras completas, V I I , pp. 100 y 126, edición de M . García Blanco (Madrid, Escelicer, 1966).

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