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G. ZAMORA 81 En otoño de 1810 estaban en el aire grandes cambios para la enseñanza en Nuremberg, que hubieran modificado la vida de He- gel. Se hablaba incluso de trasladar de allí el gimnasio a otra ciudad. Schubert escribía gráficamente: «En poco tiempo ha habido aquí grandes mudanzas. El comisario general, que era mi amigo, ha si- do trasladado a Innshruck; Pablo, mi enemigo, lo ha sido a Ansbach, y Hegel se marchará también con todo su gimnasio». Varias eran las causas del malestar general, que repercutía especialmente sobre el rector. Este hizo llegar una vez más a Goethe, mediante un amigo, informes sobre su triste situación, recomendándose a él. La disciplina y dotación económica del centro sembraban el desconcierto y el des­ ánimo. Faltaban fondos para todo, para las mejoras materiales y las intelectuales, según el corresponsal de Goethe, W. L. v. Knebel. O s; pretendía sacrificar el establecimiento a los intereses del Estado. Así las cosas, el rector vacilaba entre continuar o renunciar, y emigrar nuevamente, tal vez a Erlangen. La situación, sin embargo, no em­ peoró, ni el gimnasio fue movido de Nuremberg, permaneciendo H e­ gel a su frente varios años más. Durante ellos ocurrió en la vida del filósofo cuarentón un acon­ tecimiento que contribuiría a alegrarle la estancia en la ciudad de los juguetes. A comienzos de abril de 1811 pedía la mano de su hija mayor al patricio J. W. K. von Tucher, entre cuyos títulos se conta­ ría el de senador y alcalde de Nuremberg. Respondióle el padre que su aquiescencia dependía de la decisión de ella. El sí de la niña — ha­ bía nacido en 1791, siendo por tanto unos veinte años más joven que el novio— sospechamos no se hizo esperar, y el 16 de septiembre contraían matrimonio. Su discípulo predilecto, Gabler, les dedicó un poema nupcial, más salpicado de mitología que de filosofía, aunque en sus dísticos campaban como por su casa el término «Geist» y de­ rivados : en el último y más solemne de los mismos se aludía a los desposorios de la naturaleza con el espíritu. Menos idealistas que el aprendiz, María Hegel y su esposo regalarían a Gabler y consorte, en ocasión paralela, un par de grabados de cobre, representando a Cris­ to y a S. Juan. 1812 y Nuremberg fueron la cuna de la Lógica hegeliana, co­ mo 1807 y Jena lo habían sido de la Fenomenología. La primera par­ te de La ciencia de la Lógica apareció en el primer tercio de aquel

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